Puedo verlo
aparecer desde la calle. Abro las piernas poco a poco para así participar de
esta invasión, de este abuso. Voy a recortar mis manos según tamaños de folio,
A4 mojado en tinta. Y así empieza este relato que no entiende de convenios, de
reglas ni de academias. Agitaré entre mis manos la pluma que me introduce en la
libertad eterna, en un planeta lejano de una galaxia inescrutable, dentro de la
nave oscura dentro de la cual me siento más mujer, más asesina, más carne y
huesos que en ningún otro lado, que en cualquier otra parte.
Voy a
decirlo con la pasión con la que la gente toma la opción de darse la vuelta, de
hacer oídos sordos del dolor, hasta que somos nosotros a los que arrancan la
lengua, a los que ponen bocabajo y vacían los bolsillos, a los que despeina el
mar, a los que hunden en la arena, a los que pisan y empujan con sus bailes y
sus fiestas, con sus objetos pensantes y sus ferias y sus ropas de colores y
sus chillidos agudos, y sus colas de serpientes, y sus pieles de lirón, y sus
panteras, sus grillos, sus ambientadores, clavos y sartenes, canales y cintas
de aeróbic y vídeo, y sostenes de charol.
Lo veo
venir desde el sol, la locura y la certeza, las preguntas y la muerte, Júpiter
dando su cuerpo para que impacten contra él los meteoritos y lluvias de cometas
suicidas que persiguen a la tierra.
Lo veo caer
desde el cielo como caíste tú a mi vida, abriendo esas alas tristes que hacen
de paracaídas, alumbrando este reflejo de océano y luz de luna, de barco
hundido, de niña muerta que resucita y que araña su ataúd desde
dentro.
Llegaste, y
aún no te has ido.
Tú, dragón de piel de abrigo
Oso bueno, león herido
Camaleón, perro mendigo.
Tú, letra
pequeña del mundo, etiqueta del destino, utopía de los romances de caballeros
andantes.
Sin espadas ni armadura, sin secretos y sin prisa. Llegas, te
sientas, te quedas. Con tus dedos mordisqueados y tus labios en mis labios, con
tu cuerpo sobre el mío, con tu verdad cabezota y tus trajes de chaqueta. Con tu
escritura, tu silencio y tus ataques nocturnos, tu celo y tus juicios mudos. Tu
entrega, siempre inmediata, tu devoción fiel e inmóvil. Tu falta de fe y de
prisa, tus planes de futuro y tus pelos en la espalda.
Llegas, te
sientas, te quedas.
Llegas, te tumbas, me besas.
Llegas, me abarcas, me llenas.
Llegas, te duermes, me sueñas.
Llegas, me tocas, me esperas.
Llegas, me
escuchas, me tiemplas.
Apareces y me amas de repente, y me amas para siempre, y me amas y no te vas.
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