25/4/12

Esteban


Puedo verlo aparecer desde la calle. Abro las piernas poco a poco para así participar de esta invasión, de este abuso. Voy a recortar mis manos según tamaños de folio, A4 mojado en tinta. Y así empieza este relato que no entiende de convenios, de reglas ni de academias. Agitaré entre mis manos la pluma que me introduce en la libertad eterna, en un planeta lejano de una galaxia inescrutable, dentro de la nave oscura dentro de la cual me siento más mujer, más asesina, más carne y huesos que en ningún otro lado, que en cualquier otra parte.
Voy a decirlo con la pasión con la que la gente toma la opción de darse la vuelta, de hacer oídos sordos del dolor, hasta que somos nosotros a los que arrancan la lengua, a los que ponen bocabajo y vacían los bolsillos, a los que despeina el mar, a los que hunden en la arena, a los que pisan y empujan con sus bailes y sus fiestas, con sus objetos pensantes y sus ferias y sus ropas de colores y sus chillidos agudos, y sus colas de serpientes, y sus pieles de lirón, y sus panteras, sus grillos, sus ambientadores, clavos y sartenes, canales y cintas de aeróbic y vídeo, y sostenes de charol.
Lo veo venir desde el sol, la locura y la certeza, las preguntas y la muerte, Júpiter dando su cuerpo para que impacten contra él los meteoritos y lluvias de cometas suicidas que persiguen a la tierra.
Lo veo caer desde el cielo como caíste tú a mi vida, abriendo esas alas tristes que hacen de paracaídas, alumbrando este reflejo de océano y luz de luna, de barco hundido, de niña muerta que resucita y que araña su ataúd desde dentro.
Llegaste, y aún no te has ido. 
Tú, dragón de piel de abrigo
Oso bueno, león herido
Camaleón, perro mendigo.
Tú, letra pequeña del mundo, etiqueta del destino, utopía de los romances de caballeros andantes. 
Sin espadas ni armadura, sin secretos y sin prisa. Llegas, te sientas, te quedas. Con tus dedos mordisqueados y tus labios en mis labios, con tu cuerpo sobre el mío, con tu verdad cabezota y tus trajes de chaqueta. Con tu escritura, tu silencio y tus ataques nocturnos, tu celo y tus juicios mudos. Tu entrega, siempre inmediata, tu devoción fiel e inmóvil. Tu falta de fe y de prisa, tus planes de futuro y tus pelos en la espalda.
Llegas, te sientas, te quedas. 
Llegas, te tumbas, me besas. 
Llegas, me abarcas, me llenas. 
Llegas, te duermes, me sueñas. 
Llegas, me tocas, me esperas. 
Llegas, me escuchas, me tiemplas.
Apareces y me amas de repente, y me amas para siempre, y me amas y no te vas.

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