2/12/10

Back Home.

Te subes al autobús con tu falda excesivamente larga y tu pañuelo rodeándote la cabeza. Contando las flores que llevas bajo el brazo. Disimulando que eres consciente de que todos los demás también disimulan que te miran, y que saben que tú sabes que lo saben.
Te subes con tu mochila de Billboard llena de chapas de calaveras, estrellas y frases de grupos emo. Miras con desprecio al infinito y te sientas en el libre del final, a flequillazo limpio, perdonándonos la vida.
Te subes el último aunque llegaste el primero. Dejas que todos pasen antes. Las marujonas, los barrigones, el conductor, las colegialas, los perriflautas y hasta los perros; todos van antes que tú. Quizá estás acostumbrado a estas alturas a su falta de tacto y a sus privilegios. A nuestra falta de tacto y nuestros privilegios. Tu piel es marrón oscura como el chocolate suizo, y vas cargado de maletas que parecen no pesarte, aunque todos las miran como si fuesen desproporcionadamente gigantescas para ti. Tú te ríes en tu interior, porque vivimos en la ignorancia de lo que es trabajar de verdad para ganarse la vida. Y tú lo sabes desde pequeño.
Te subes al autobús, buscando si hay niños guapos y luciendo la carcasa asquerosamente cursi de tu último móvil táctil. Masticando algún chicle que debe saber a "gloss". Te miro con desprecio y me devuelves la mirada al instante, desafiándome un segundo, después haciéndote la loca. Te crees que te envidio porque sabes que te vistes como una putita rica para ir a la facultad, que vas a la última moda según la revista Vogue y que no cargas ninguna mochila cutre como hago yo. Tú llevas tus apuntes en un bolso de cuero rosa que te ha costado un pastón. Con la marca cosida en letras doradas en un filito del bolso.
Te subes al autobús, con tu niño de la mano y cara de no dormir. Pidiendo perdón a diestro y siniestro porque el pesado de tu hijo está pisando a todo el mundo. Le dices que no mire tanto al negro. No te hace caso. Intentas sujetar todas las bolsas, más el maletín de piel, más el chaquetón del niño, más su mochila de Bob Esponja. Y qué va, no puedes ser Terminator.
Te subes al autobús, con tu moño en lo alto del casco y tu chándal gastado de Cactus de las Supernenas. Nadie quiere que te sientes a su lado porque todos piensan que eres una "choni del polígono", o "cani", basicamente. Llevas colgadas al cuello tres medallitas de oro y vas susurrando algo que creo que es de una canción del Barrio. Cruzas el bus entero con la cabeza más alta que las ventanas a modo de defensa. Sabes que te creen inferior, y sabes que no lo eres. Sabes que tienes dos padres que adoras y a los que tratas genial, que trabajas día y noche por esa niña que tuviste a los diecisiete años, tu Manuela, a la que quieres "máh que a tu vía", y sabes que el resto no debería importarte.
Te subes al autobús, con tus rastas cayendo por la espalda y tus labios carnosos y negros como el azabache. Miras cómplice al chico de las maletas gigantes y te agarras a una barra sin mirar a nadie más. Una parte de ti piensa que si no miras a nadie, nadie va a mirarte a ti. Pero todos te han mirado, el niño de la mochila de Bob Esponja te señala con el dedo y la niñata del "gloss" frutas del bosque te ha analizado con asco de los pies a la cabeza. Tu vestido con motivos geométricos de colores le resulta divertido a la señora de las flores, a la que sonríes al cabo de un rato. La cani te pide paso, le da un codazo a la pija y ayuda a la madre del niño a levantarse cuando frena el autobús. Después ésta, con mucho disimulo, vigila que no falte ni una bolsa cuando se baja la cani. El negro y la negra han notado ese gesto. La niñata pija saca su iPod del bolso y se coloca los cascos para no escuchar a nadie. El niño que hace un momento señalaba a todo el mundo, ahora decide tirarle de los cascos a la pija, que mira a la madre del niño con cara de santurrona para que sea ella quien riña a su hijito. Al puñetero niño para que deje de molestarla.
Durante todo ese tiempo, la niña que se cree diosa del "goth" ni se ha molestado en subir la cabeza y mostrar el puto ojo derecho, que lleva tapado a lo "rebelde incomprendida". Cree que la hace más madura y más moderna dárselas de indiferente, de nihilista y de gilipollas.
En la siguiente parada te bajas con tus flores.
En la siguiente parada te bajas con tu maleta.
En la siguiente parada te bajas con tu iPod.
En la siguiente parada te bajas con tus rastas interminables.
En la siguiente parada te bajas con tu diablo en miniatura.
En la siguiente parada te bajas con tu flequillo y tu ropa oscura.

¿Cómo os puedo querer tanto sin tener ni puta idea de quiénes sois y a pesar de la bestial caña que os meto?
Felices Fiestas, Feliz Navidad, Feliz puente, Feliz Año que se acerca para todos vosotros. Para todos por igual. No hagáis caso del desprecio de personas como ustedes y personas como yo. Todos tenemos los mismos miedos, las mismas pesadillas, los mismos orgullos. No es eso lo que somos.
Todos creemos disimular lo pequeños que nos sentimos con materiales y ropas absurdas, con señales ridículas que nos separen del resto, como si eso fuese lo que hay que buscar, lo que deseamos en la vida.

Lo único que tengo en este mundo es la pasión. Si tengo algo de dinero, no es mío. Si tengo algo de estudios, no venían conmigo. Si tengo a alguien, puedo perderle en cualquier momento. Pero no pueden arrancarme la pasión. Y hoy mi pasión es vuestra junto con esta extensa entrada de un blog de tres al cuarto.
Os juzgo a todos, y os respeto como nadie sobre la faz de la tierra. Sois vitamina para mí. Y, quién sabe, tal vez un día descubras que es todo mucho más fácil cuando cedes el asiento, cuando sonríes a los niños, cuando olvidas que es distinto el color de la piel, cuando centras tu atención en esos que te rodean y no en la música estruendosa de tus malditos auriculares de marca.
Se ve mejor sin flequillo.
Se ama mejor sin careta.

Feliz Navidad, hermanos. Que Dios sepa recordaros de algún modo que os ama y que no estáis solos. Por muy difícil que sea a veces.

30/11/10

Génesis.

Observó su creación, la admiró hasta cada fibra con cada parte de amor que le quedaba en el cuerpo, después de haber visto tanto y de haber tragado tanto, después de haber ahogado pueblos enteros, después de haberse forzado a perdonar cien millones de billones de trillones de pecados mortales.
Lo creó, y pensó que este gran show se le había ido de las manos. Entonces resucitó.
Mientras tanto, el viento soplaba igual cada atardecer y noche, se enfriaba del mismo modo con el paso de las horas. Siempre, los mismos días, las mismas personas hablando sobre lo mismo, buscando las mismas cosas, llorando las mismas faltas.
Le dio un beso que tornó sus piscinas hasta hacerlas de un total y completo color verde. Verde aceituna sin luz. Verde cristal difuminado. Verde universo.
También se mordió las uñas, el pellejo de los dedos, toda la piel de los folios arrebañando el papel, bebiéndose a tragos largos las distancias entre el techo y el colchón.
Mirando a nadie y buscando nada, soportando y lamentando las idas y las venidas, sospechando que algo no encajaba bien. Empujando una estrella hacia un hueco con forma de cubo.
Él la miró, ella lo miró a él.
La princesa sonámbula y el escritor exigente.
La especialista en lanzar vasos de cristal al aire, la equilibrista, la marioneta.
La carátula y el grito.
El príncipe de las ranas y el golpe en la oscuridad.
Sol y lluvia paseando de la mano.
Sin esperar, sin buscar, sin empujar, sin levantarles la voz. Tan sólo mirar y verse, y supieron que era todo lo que la vida algún día había querido decirles. Supieron que a veces no basta con hablar y que te escuchen, con prometer y cumplirlo, con sentarse y apagar todas las luces. Y romper, pegar palabras, luchar con ellas, encenderlas, sujetarlas mientras éstas se desviven por iluminar absurdas definiciones.
Ellos dos, precisamente ellos dos, que creían que podrían cambiar el mundo escribiendo, sin pararse un momento a pensar en que ya estaban cambiando el mundo, en ese instante, sin hacer nada.
Dos revolucionarios que apuestan por cosas que otros dicen que no existen, que intentan transmitir ideas que nadie comprende. Con los dos brazos temblando de apretar sus banderas, con las balas del presente intentando hacerse hueco entre las balas del pasado, con los juicios constantes de un mundo partido que simplemente no puede dejar de mirarlos.
Se acercan el uno al otro, como si nada. Se besan y se cogen de la mano, encajando de una forma completamente perfecta cada uno de sus dedos, apretándolos con fuerza. Inconscientes de que sólo en ese gesto están cambiando, para siempre, el curso de sus historias. El curso del mundo.

17/11/10

Desde Una Llanura Sin Árboles.

Tú. Con tu cabeza repleta de caracoles. Antes de que todo el mundo empezara a decir cosas sin sentido. Volverás a ser de nuevo esa niña que pintaba las paredes de su casa con rotulador marrón, que odiaba ducharse, que quería estudiar Derecho. Cógeme el ritmo y pídeme que te ayude a volver a empezar. A reírte con la misma fuerza insólita y humilde que tenías a los catorce, a despertar con el mismo brillo inocente en los ojos que cuando cumpliste veinte.
Antes de que las ventanas se cerraran y de que todos se fueran, uno a uno, sin pedirte a ti permiso. A ti, que eres mi estrella.
No sé lo que hago bien, no sé qué estoy haciendo mal contigo. Pero espero no estar siendo una Diosa despegada, distante y fría. Espero que me creas cuando escribo que te quiero y que me duele tu daño como uno mío. Todo lo que te he quitado... Pero a cambio te hice el regalo más grande que se puede hacer a alguien: te he ayudado a crecer, a pensar, a investigar, a buscar, a proteger, a llorar. He hecho de ti, e intento hacer todavía, alguien digno de mostrar sus dientes sobre un papel. De hacer de un folio carne.
Grita todo lo que quieras, cuando quieras, y en mis oídos tus quejas serán prioritarias. Susurros que he firmado ser incapaz de ignorar.
He fabricado una vida brillante y pobre a la vez para una piedra que engendra flores, que lame el musgo y hace de él enredadera. He impregnado tus vestidos con tu personalidad, tus frases con el peso del tiempo y de la experiencia. Te he dado el llanto tierno y el llanto amargo, la risa tonta y la carcajada. El juicio y el perdón. La pregunta. La fortuna y la miseria bajo un mismo techo. El As de Copas y el Diez de Espadas.
Te he dado la vida.
Y ahora se me hace imposible darte la muerte. Siendo algo natural, algo propio de cualquier ser que ha vivido, algo que me afectará a mí en su día y a todo el mundo. Y no me entra en la cabeza -o en el corazón- matarte.
Para que luego haya gente que reniegue de sus padres. Para que luego los haya que digan que ser madre es fácil. Para que luego juzguen con tanta soltura a Dios.

9/11/10

Canino.

Huele a cosas perdidas y a batallas ganadas.
A provisiones merecidas
Boca partida
Personas escarmentadas.
Huele a mi vida.

5/11/10

Un Día Cualquiera.

Saliendo de Calle Sierpes dirección Plaza Nueva. Lo único que atraviesa mis pensamientos es la sensación de que podía haber hecho más. Sólo deseo llegar pronto a la facultad y que por fín sea invierno. Que termine ya este sol insistente en pleno otoño. Me molesta el calor húmedo y el frío seco, este vaivén de estaciones confusas, que tuviese en su mano todas las frases del mundo en un idioma común y cualquier arma de guerra posible y no las aprovechase. Ni una cosa ni la otra. El término medio que tanto detesto. No me gustan las personas que se arrepienten. No son de fiar.
Y en cuanto doblo la esquina del Ayuntamiento, justo a la altura del Cajasol, un chico con bicicleta me rodea y me da un vuelco el corazón. No lo esperaba. Da varias vueltas alrededor mía sonriendo. Llevaba un rato detrás mía, yo había notado su presencia, pero no tenía ni idea de su interés por verme el rostro. Cuando al fín había estado a mi altura y pudo volver la cara, no dudó en rodearme varias veces para observarme mejor. Yo al principio no supe qué hacer, estuve impactada por unos segundos y pensé cualquier cosa menos "le he gustado". Pero entonces él se paró, me dijo "te dejo en paz, pelirroja", me guiñó el ojo y siguió su camino, no sin volverse de nuevo algunos metros más adelante y sonreírme por última vez. Esa vez fui incapaz de no devolverle entera una sonrisa, que me refrescó el sistema nervioso y terminó por completo con mi anterior sensación de desapego y de inestabilidad.
Seguí mi camino, después e haberle perdido de vista, pensando "estas cosas a mí no me pasan" y regalando sonrisas a todos los transeúntes de la Avda de la Constitución. No podía evitar sonreír, llevar de repente conmigo una alegría desbordante que iluminaba mi cara. Más de una persona me miró con desconcierto, pero muchas decidieron devolverme sin problema el gesto y reír conmigo, como si nos conociésemos de algo o hubiésemos sido todos alguna vez guardianes de un mismo secreto.
Ya no tenía frío ni calor. Hacía el mismo sol que ahora, intenso y poco apropiado en esta época del año, pero ya no me estorbaba, como tampoco lo hacía el frío en la sombra de los naranjos. No había logrado recopilar las sonrisas extraídas, como trofeos, de todas esas personas que no saben quién soy. No sé quiénes son, pero me ha alegrado el día haberles hecho reír. Incluso a aquellos que se han reído de mí y no conmigo. Los que no entendieron nada, o incluso los que creían que había algo que entender.
Y todo debido a un tipo que me abordó en una bici. Un simple desconocido. Una persona más entre quinientas mil otras.
Una canica dando sentido al mundo.



-Dedicado a Alejandro Candela Rodríguez.-

1/11/10

Amarillo.

Y en mitad de este cielo resacoso, dos rayos amarillos se asoman desde detrás de una nube gigantesca, perfilando su silueta con líneas de purpurina dorada. Todos saben que la nube no es lo importante. Sino lo que ésta intenta esconder en vano.
Todos esperan al sol.
Hace su entrada triunfal dejando al paisaje mudo, bañado en un silencio brillante y apropiado. Respeto de subordinados, calma. Yo cierro los ojos dejándole dibujarse como círculos rojizos por debajo de mis párpados y noto cómo calienta mi frente y mis orejas. Y luego también mi pelo, que lo recibe sediento e intensificando el tinte. Me pongo la mano sobre el casco y pienso "este sol no lo había en Londres", y es verdad, porque allí nunca importaba estar en la sombra o no. Nunca te sentías hirviendo la cabeza. No hay hora de la siesta, hora crítica de alerta, calor sofocante, verano como el de aquí.
Ahora es otoño, y el sol parece achantarse un poquito con los golpes repentinos de frío y con tanta nube. Pero eso no importa, él aprieta y brilla fuerte y deja callado a todo el que se atreve a retarlo. Si él quiere que haga calor de verdad, aunque sea por momentos, en pleno otoño, lo hará. Su cuerpo desnudo no necesita lenguaje más allá que el propio vómito amarillo que desprende. Abre los brazos y todos bajan la cabeza sin valor de rechistar. Puedes gritarle, pero su respuesta siempre será la más poderosa. Puede el frío congelar árboles y el viento romperlos y llevarse por delante todas sus hojas y su fruto, pero al llegar la mañana, muy poco a poco, su beso rosa y templado volverá a abrir cada tallo con la esperanza de un día nuevo, y a iluminar y secar todo el llanto derramado a lo largo de la noche.
Su rutina no le cansa, no le hace plantearse su puesto ni su trabajo. Hace lo que sólo él sabe hacer, y lo hace todos los días. Y, con esto y con todo, no alardea de sus logros. No le hace falta.
Todos los planetas giran rodeándolo con envidia. Todos bailan fascinados alrededor de él. Y ni Marte con sus leyendas, ni Saturno con sus anillos, ni Júpiter con su tamaño, logran igualar al astro más hermoso de todos.
La tierra se levanta, tan absurda y arrogante como siempre, tan ruidosa y protestona como desde que nació, y se atreve a decirle cara a cara:
-Yo tengo mares, montañas, vida en todas las formas posibles, ciudades, imperios, plantas de todos los colores y tamaños, ríos, selvas, bosques, lenguas, música y literatura.
Y tú, abriendo de par en par tus preciosos ojos blancos, separando tus pestañas y mostrándolas sin miedo, le contestas:
-Sí, pero sin mí nada de eso te sirve.

30/10/10

Pacífico.

No hay calle. En su lugar hay una foto que parpadea en plena tarde y que parece querer salirse del marco que la rodea a lágrima viva. Entre miopía y globos de color violeta que se inflan y explotan. Todo está borroso, nublado y vibrante. Una estrella deforme se dibuja en el asfalto, la sombra de una luz tenue de farola sumergida en un océano de hormigas muertas, flotantes y mal olientes. El perfume a humedad cala en los huesos y en el tímpano. Aquí dentro, al otro lado del cristal, no llegan los golpes de lluvia ni el viento rabioso. No llega ni el frío. Sólo puedo observar, abrir un poco (sólo un poco) la ventana y oler a agua. Escuchar atentamente cómo chocan las gotas contra el suelo. Ver las macetas rebosar y los geranios partirse. Ver los ríos formarse en el margen de la acera y acelerarse hasta entrar por las alcantarillas. Predecir, hacer fotos y escribirlo.
Los días de lluvia en la sierra son en esencia distintos. Aquí ES otoño. Desde todas las perspectivas posibles, desde todos los enfoques, de todas las maneras. Es verdaderamente puro otoño. Se deshacen los árboles uno detrás de otro y se rinden contra el cielo. Las hojas acarician sus troncos amarillas, brillantes como focos de los coches, de mil formas y apestando a castaña mojada. Aquí todo huele a castaña, a castaño, a madera mojada, a candela quemada, a humo dentro de las casas y a naturaleza en celo fuera de ellas. A tierra.
Aquí un día de lluvia no puedes coger el paragüas y salir a pasear. No es Sevilla. No hay ningún autobús que te ampare en ninguna bocacalle. Aquí sólo existe el viento y el frío que con éste arrastra un cielo opaco cuajado de nubes.
El agua no es agua de vapor y de plástico urbano, sino agua que acaricia justo antes de caer montañas y piedras, y se ha estancado en lagos helados y llenos de larvas de insectos y tallos de flores. Agua de nieve en lo alto que termina siendo parte de calles intransitables. Agua potable desde antes de que cayese, y que también huele a sierra. A humedad y a curva estrecha, cerrada, resbaladiza.
Es como estar dentro de la boca de una serpiente gigante, que te muestra sus dientes solamente por probarte que los tiene, aunque no estén afilados. Su vendaval provoca dolores de cabeza magistrales, pero abre los orificios de la nariz. Y los ojos. Un frío que parece que hiere pero que no lo consigue. ¿Por qué? Porque sabemos que es nuestro. Es naturaleza. Es Dios si es que hay Dios. Es su aliento de cambio de estado. La gestación de un invierno prematuro y elegante. Roto y decidido a actuar. Valiente.
Yo siempre he amado el otoño. Es la estación más literaria de todo el año.
Pero ahora además amo el otoño en la sierra.

24/10/10

Saliva.

Tengo sed y no bebo. La aguanto como si fuesen a darme un premio por eso.
Será porque llevo días, semanas incluso, sin escribir.
He puesto varias lavadoras, he terminado dos trabajos para la facultad y he salido de marcha con amigos.
Y no escribo desde hace unos ochenta milenios.
Y ya me río sin saber si estoy triste o estoy contenta, si me da igual o me importa, si me he resfriado o no. Toso, trago saliva y ordeno la habitación, que al rato vuelve a estar desordenada otra vez. Pienso "tengo frío", pero no hago absolutamente nada por cambiarlo. No me levanto y voy a por un chaleco. No llamo a mi hermana para que me lo traiga.
Me muero de la sed, me duele hasta la garganta de la sequedad que arrastro. Sincera y literalmente.
Y no se me ocurre beber.

19/10/10

A Dos o Tres.

Arrastrando las serpientes voy andando
Por la acera
Voy tirando de la cuerda y las estrellas
Se mecen.
Y escribo como me viene
No como los otros quieren
No como los de antes quieren
No como dicen y esperan.
Obrero de la palabra
Es así como lo sientes.
Balas. Balas.
Esta sangre no se calma
Se me tatúa en el alma
Y en el vientre.
Es un dictador extremo e implacable
Como la lluvia.
No le importa que sea tarde
Que caducase el momento
Que ya no quieras que pasen.
Pasan.
Pero no se quedan dentro.

17/10/10

Forma y Contenido.

Tantas cosas por decir aunque siempre diga tanto. Yo, que nunca me callo. Que alardeo por ahí de atacar siempre de frente. Yo. La misma que te lloraba diciendo "abre el pestillo". La misma que prefería el sol a la lluvia.
No me hundas en el silencio de mi propia invalidez. No te quedes quieto viendo cómo saboreo mi impotencia. Hay que tener piedad de los desamparados, y al fin y al cabo, es lo que me debes.
Dejando atrás todas las luchas imaginables, me cubrí hasta la cabeza con mi sábana de invierno y forcé los lagrimales como los niños desinflan las bolsas de patatas. A pataleta limpia. No me quedó en el cuerpo un grano de esperanza por masticar y escupir, no quedó libro importante en mi estantería, ni nadie tan guapo como para conservar su póster en la puerta de mi armario. Y, joder, ¿cómo decir lo que sea que tengamos que decir sin sonar igual que otros que ya lo hayan dicho antes? Siempre hay algo que decir. Siempre hay alguien guapo suelto por revistas. Siempre hay libros a los que quitarle el polvo.
Ya ves, ahora me cuesta hasta trabajo llorar. Tiene una lógica aplastante y conmovedora. Soy de ojos secos y corazón rancio.
Soy la misma niñata quisquillosa e inestable que te escribía poemas de despecho y rencor en su cuaderno de Textos Literarios 101. La misma voluntaria que ni se paró a mirar el resultado al tirar de la palanca. La misma que decía "si ya estoy de puta madre, ya no tengo nada por lo que llorar; además, me cuesta que me salgan las lágrimas", y luego, bajo el agua hirviendo de la ducha, tenía que soportar una injusta derrota frente a sí misma. Llorar ya es normal, ya ha perdido todo el drama. Ya todo el mundo llora. Ya no aporta nada nuevo decir que has llorado, ni tocas la fibra sensible de nadie.
Me desnudaba frente al espejo y me daba asco, pena.
Me eché un perfume malo y barato, de la tienda de los chinos que hace esquina en la avenida Miraflores, para que tú me mirases.
Apoyé mi cabeza en el cristal del autobús. Ya hace años que asimilé eso, que nadie iba a ser capaz. No grito para que comprendan nada, sino porque esta es mi vida y tengo derecho a gritarla. Siguiente parada: Puerta Osario. Nublado con sol. Me quité la chaqueta y jugué con los botones. Como si la comprensión de cuatro desconocidos fuese a servirme de algo. Nada novedoso. Llorar no da pena. Y nunca he sido de corazón rancio.
No escribo para pedir nada. Nunca lo he hecho. Es sacrilegio.
No escribo para competir por nada. Es sacrilegio.
No escribo para hacer un circo ambulante de mis heridas.
No escribo porque me digan que debo hacerlo.
Es sacrilegio.
A veces es mejor recurrir al lenguaje llano y honesto del día a día para expresar bien lo que queremos decir. Para que llegue con claridad al lector. Al oyente. A la víctima. Al suelo.
Aunque no suene brillante.
Aunque no suene original.
No quiero perderte. No te quiero perder.
Por nada del mundo.

12/10/10

Por ejemplo.

Hiciste conmigo lo que hizo el Hada con Cenicienta.
Lo que hizo la Bruja Buena del Sur con el Leñador de Hojalata.
Lo que hizo la Torre con la Reina sobre el tablero de ajedrez.
Lo que había hecho Beautiful con los oídos de medio kilo de adolescentes en plena edad del pavo.
Lo que hizo Blair con Chuck.
Lo que hizo Bailey con la pequeña Maya.
Lo que hizo Aramis con Athos, Porthos y D'Artagnan en El Hombre de la Máscara de Hierro.
Lo que hizo Zachary en Hanson.
Lo que hizo Auster con Anna Blume en El País de las Últimas Cosas.
Lo que hizo Alecia Moore con el pop-rock femenino.
Lo que hizo Johnny Cash con Hurt.
Lo que hizo Alfred con Bruce Wayne.
Lo que hizo Bella con La Bestia.

Fría, cercana Londres.

Tan lejos quedó de mí su purpurina magenta, su cielo cerrado y su noche cristalina. Furia hecha rayo de sol. Necesité tu presencia como un bebé los brazos de una madre. Acurrucarme en tu barriga. Necesité que su calor se colase y se me agarrase entero a los huesos. A espirales.
Eché tanto de menos Sevilla... Y ahora la echo de menos también a ella.
Tal vez sea verdad que, al final, sólo pesa lo bueno. Que se me ha permitido recordar de ti algo más que el desamparo.
Tal vez vuelva a ti en calidad de peregrina. A recorrer tus calles sin miedos, sin agobios. A disfrutar de tu aire frío, de tu olor a picante de restaurante indio y de tu historia.
Un cara a cara contigo sin que nadie nos lo empañe.

8/10/10

"Que es verdad."

"¡Dale recuerdos al Bourbon, handsome writer!"

"Lo siento, hoy no puedo conectarme, ya he salido.. en cuanto pueda te doy un toque o te mando un mensaje, vale? perdoname."

"I don't know if I should say this, but...Anoche me faltaste ^^U"

"¿Puedo guardarte en el mvl como "awesome red-haired"?"

"-¿No vas a darme un beso de buenas noches?
-Te lo doy en la frente.
-Si vas a dármelo en la frente, mejor no me des nada."

"Estoy quedando con una chavala...ya te diré quién es."

"Tranquila, ya le he aclarado que todo es cachondeo. Que tú y yo sólo somos amigos."

"-No quiero volver a enamorarme nunca más.
-Yo tampoco."

"-La gente está loca jeje ¿Por qué se empeñan en decir que estamos juntos?
-Estamos perdiendo el tiempo."

"No te tomes tan a broma las cosas que digo en broma."

"Echo en falta un brazo agarrándome bajo la lluvia ^^U"

"Yo es que soy así. No me gusta abrazar a nadie. No te ofendas."

"-¿No eras tú el que decía que no abrazaba a nadie?
-A nadie menos a ti."

"¿Puedo acompañarte a tu casa? ... Por favor."

"Le haces feliz."

"Porque tú eres tú y las demás no."

"-Me llamó por teléfono anoche.
-¿...Y te ha removido algo?
-No hay nada que remover."

"-Me estás poniendo nervioso con los taconcitos.."

"-Te has pasado todo el teatro mirándome.
-No lo sabrías si no me hubieses mirado tú."

"-A ver, es como si hubiese dos coches, uno azul y otro blanco que yo creía que era azul...Y uno de los coches...Porque mira, aquel coche de allí enfrente, por ejemplo, ¿lo ves? Pues ese coche es azul...
-Vamos, que estás intentando decirme que te has enamorado de mí."

(Obviamente, hay muchísimas más XD. Son demasiadas y todas significan mucho más de lo que dicen. Cuando una historia merece la pena, hay que intentar revivirla de vez en cuando para que el tiempo no la destruya. Hay que intentar recordar.)

7/10/10

Este coraje hervido en la tristeza.

«Tanto dolor se agrupa en mi costado que, por doler, me duele hasta el aliento» (Miguel Hernández)

¿Cómo se explica el dolor que llevas dentro a otra persona? ¿Cómo explicas algo que nadie ve y que no tiene ejemplos externos que tocar ni que mostrar? Porque, ni siquiera contando con algunas (o muchas) situaciones parecidas a la tuya, puede hacerse entender. Luego cualquiera de esas personas podrán decirte "sé lo que sientes, yo pasé por algo parecido". Pero eso no basta ni prueba nada.
No se puede extraer, atrapar ni empaquetar el dolor.
No se le puede hacer una foto.
No se puede buscar un sinónimo de su olor, su sabor o su textura.
Mi dolor es mi dolor. Y me transforma, me limita, me expande, me inspira y me corroe. Mi pena me besa la frente de noche sin hacer el más mínimo ruido. Me canta canciones sin auriculares. Me masturba. Hace, en definitiva, de mí lo que soy.
Mi tristeza me ha criado y me mantiene de pie.
Y tu dolor, por mucho que busques dibujos y series donde filtrarlo y representarlo, por mucho que creas verlo en vidas ajenas que necesitas sentir de vez en cuando como propias por pura catarsis, es sólo tuyo, y NO hay otro igual en el mundo. Aunque todos lloremos por los ojos. Aunque todos podamos afirmar que conocemos la sensación de echar de menos a alguien. Aunque haya definiciones en el diccionario cuando busquemos "nostalgia", "rencor" o "decepción".
Hay una base, de acuerdo, un punto de partida. El resto, amigo mio, eres tú. Y ni pueden comprenderlo ni tú puedes explicarlo.
"Me quema por dentro."
"Estoy roto."
"Ya no soy el mismo de antes."
"Me ha destrozado la vida."
"Me produce escalofríos sólo pensarlo."
"Me hacen daño tus palabras."
"Has dejado en mí un hueco que soy incapaz de rellenar bla bla."
"No te quiero recordar, porque son tantas cosas juntos que bla bla bla."
"Me da miedo quererte porque he sufrido por ti y bla bla bla bla bla."
"Te he llorado océanos."
Todos repetimos las mismas hipérboles llenas de impotencia. Las repetimos hasta la saciedad. Siempre escuchamos las mismas palabras retorcidas y exageradas, llenas de un significado que queremos que tenga para el oyente, porque necesitamos pensar que éste creará un lazo entre nosotros y el otro y así le haremos llegar la magnitud de lo que estamos sintiendo. Son muestras de una rabia incontenible que llega un momento que no soportamos más. Pero no sirve de nada. Al final nos cansamos, nos damos la vuelta y nos vamos. Con nuestra mochila colgada en la espalda. Con el mismo dolor que trajimos.
Y nadie ha entendido nada.
"Si estuvieses dentro mía..."
Ojalá.
Ojalá se pudiese navegar por sangre ajena como un pez por el agua. Sentir sus pulsaciones. Eso haría de nosotros seres empáticos y valientes.
Pero todos somos unos egoístas y unos cobardes. ¿Y por qué? ¿Por maldad? No. ¿Por cansancio? ¿Por desesperación? ¿Qué cansancio? ¿A qué tipo de cansancio me refiero? ¿Qué es la desesperación? ¿Qué siente uno cuando no puede más?
Te han hecho un daño que nadie piensa por ti, que nadie va a cargar por ti, ni a transformarlo para ti, ni a sanarlo si no lo haces tú.
Por mucha poesía que escribas y mucho blog que te crees. Por muchos grupos de Facebook de los que te hagas fan. Por muchas historias que inventes y planees escribir. Por muchas canciones que escuches mientras te duchas o vas en el autobús. Por muchos programas televisivos en los que lo cuentes. Por muchas veces que finjas que no está. Por mucha máscara que te pongas.
Nadie nunca va a entenderlo.
Y habrá quien diga que esta profesión es fácil.

4/10/10

LA GENERACIÓN DE LOS SUICIDIOS

Soy de la generación de los ojos entreabiertos
de episodios de ansiedad.
De las faltas de respeto y
del respeto a la maldad.
De una intolerancia hinchada
y golpes mal escogidos
conciencia plural y armas
declaraciones ambiguas
Eslabones perdidos.
Soy de una generación que busca “paz” y “protesta”
y ni comprende su lucha
ni se considera parte del problema.
Soy de la generación del helado derretido
de los fondos de cajón
del cuerpo a cuerpo fingido.
Del disparo a quemarropa
del llanto bebido en copas de ron.
Del Halloween de Cupido.
Soy de los que han inventado
han llorado
se han suicidado
han soñado con alcanzar lo prohibido.
Lo han deseado
tocado
lo han violado
lo han juzgado
y al tenerlo se han cansado
y lo han perdido.



(Del archivo de las navidades pasadas. Desde entonces, por suerte o por desgracia, no he vuelto a escribir poesía.)

28/9/10

Con tristeza, con rabia y con el corazón.

Mi pequeña pero grande niñata malcriada. Mi niña castaña de pelo rojo apagado, que ya ni es rojo ni es naranja. Mi reina del drama ocasional y destartalado. Mi niña. Ven y siéntate un rato sobre mis piernas. Mi caja de pandora siempre abierta y derramada. Deja caer el pelo en mis hombros. Así. Descansa, no pienses más.
Le digo.
Ella me mira. Tiene los ojos cansados y verdes como nada cuando el sol se los alcanza. Ya no tiene miedo, pero tampoco está del todo bien y eso me inquieta, con lo que ella odia los términos medios.
Me mira, sobre todo porque espera una respuesta. Me adelanto a su voz ronca e hipócrita y le contesto: No lo hagas. No escribas desde la tristeza, que el fruto va a ser un texto insípido y lleno de insultos y conclusiones a medio cerrar. No escribas desde la rabia, que el resultado será empalagoso, inoportuno, hiriente y desproporcionado. No escribas con el corazón, o sonará repetitivo, ripiado. No tires tanto de los modificadores.
Se lo digo. Pero ella no me escucha. Se da la vuelta de un melenazo porque ya no puede más, y sus frases atraviesan mis oídos.
Yo también lo sé.
-¿Por qué lo hacen? Déjame en paz. Pasan y no me han visto. Me han hablado y no me han visto. Me empujan y no me ven. Me abrazan y no me tocan. Me notan y no me abrazan. No me lloran. No se acuerdan. ¿Por qué no me echan de menos? ¿Por qué no vuelven? ¿Por qué se fueron?
¿Por qué se fueron?
Escribe como quieras, donde quieras, cuando quieras.
Y tus ojeras me lo agradecen.
Mi pequeña flacucha desencantada.
Mi pequeña.

1/6/10

Benjamin.

Isaac sube las escaleras valiente, con su pelo perfumado y su camisa de cuadros azules, después de haber merendado una tostada de mantequilla con Cola Cao. Entra en la habitación de paredes amarillas. Todos los muebles tirados, marcados con arañazos...y un insoportable olor a cerrado. No sabe cuánto lleva allí. Se agacha, y de cuclillas se acerca a su hermano pequeño, que, tumbado en una cama deforme y hundida, lo observa impasible pero lleno de furia. Le acaricia el sudor de las orejas con infinita ternura, le pega los labios en la frente y permanece clavado en ese beso suave durante algunos minutos. Tiene el pelo chorreando en sudor frío.
-Todo lo que hago, lo hago por tu bien, tienes que entenderme.
-Tú eres su favorito. - Le contesta el renacuajo de ojos brillantes y cansados.
-No, no lo soy. Todo el mundo se pasa la vida preguntando por mí, haciéndome regalos, reconociéndome méritos y recordando mis virtudes como si fuese a olvidarlas. Pero, a la hora de la verdad, aunque me intenten tener más limpio que a ti, mi disciplina les queda grande. Mis modales les asfixian. Al final, siempre te buscan a ti, al jodido niñato travieso e inconsciente del que viven quejándose. Al que intentan esconder e ignorar todo el tiempo.
-Déjame salir, Isaac.
-Sabes que no puedo aún.
-Eres un mierda, Isaac. Y un desagradecido. No sé qué cojones te ha contado mamá, pero tú me necesitas ahí fuera, aunque sea para llevarme de la mano. Tú sin mí no eres nadie, Isaac.
-Cualquiera te lleva a ti de la mano...
-Soy pequeño.
-Eres un puto trasto, Benjamin.
-Joder, echo de menos el sol... - Su gesto de pena inmensa conmueve a su hermano, tan analítico y frío pero tan unido a él. Se levanta y abre una de las ventanas.
-Por aquí entra algo de luz... No jodas, Ben, no me llores, ya sabes que no soporto que llores.
-Lloro por tu culpa.
-No me digas eso.
-Me has encerrado, así que no te quejes de no poder dormir por las noches.
-Bueno, supongo que en cierta forma es bueno que te desahogues. Ya sabes que puedes gritar y patalear hasta destrozar el cuarto, quizá eso te sane. Pero por dios, no te rasques las heridas por mucho que piquen. Un día vas a abrirlas sin querer, y eso no es bueno.
-Vete ya.
-Y deja de comerte los dedos de las manos. Y deja de...
-¡Cállate, Isaac, y vete de mi cuarto!
-Venga ya, hombre, no llores.
Pero su llanto se oía en todo el pasillo. Un llanto ahogado, tartamudo y dramático. Un llanto a pulmón cogiendo impulso.
Isaac salió al jardín y se sentó en una piedra, mirando de reojo la ventana del dormitorio de su hermano. Pensó en su cara pequeña llena de churretes y mocos secos, recordó la de veces que habían salido a jugar y Benjamin se había soltado de la mano. Las meriendas con él sabían mejor, todo parecía más útil, la gente más buena, los programas de la tele más divertidos. Y ahora lo veía así, tan flaquito allí tumbado, cuando él había crecido trepando árboles y chillando, con una sonrisa de oreja a oreja todo el día, llevándose a la boca cualquier basura que se encontrase por el suelo, "si no es más que un puto niño, tiene que crecer...". El Gran Guerrero del Bosque se había quedado sin fuerzas y le huía a los dragones desde una cama helada. Un caramelo con palo sabor desprecio, un tirón de cuello que había arrugado su camisa. Un cuerpo tan blanco y con tantas cicatrices: restos de guerra en un capullo de tulipán.
"Él se lleva el mayor peso, por ser el más rebelde de los dos. Tiene que aprender, no queda otra. No puede vivir tropezándose y sacándole la lengua a todo el mundo."
Pensó en el pelo de Benjamin, color chocolate con leche, en sus ojillos verdes y en su espalda huesuda llena de pecas de todos los tamaños. Le quiere tanto que le duele verle así, pero sabe que lo hace para ayudarle. "Tengo el hermano más bonito que se pueda tener, pero, por eso precisamente, tengo que protegerlo. El día que crezca me entenderá, y me agradecerá lo que hice por él."
Llanto después de un castigo que dura años enteros.
Ventana por la que entra un triste rayo de sol.

25/5/10

Sí, claro.

-Hey.
-Hey..
-¿Me recuerdas?
-Jajaja, pues claro que te recuerdo, que eres idiota.
-Bueno, no sé, creí que me habías olvidado..
-Tú siempre tan optimista.. ¿Y esa camisa?
-Nuevita. ¿Y esa percha?
-No sé de qué me hablas..
-Del Javi.
-Hombre, eso siempre.
-No puede faltar.
-No podía vivir sin él.
-Te comprendo.
-¿Qué tal todo?
-Perfecto, gracias.
-Ya ves.
-...
-... Y decías que vendrías antes.
-¿Y yo qué cojones iba a saber?
-Pues menos mal que has llegado, estaba harta de no verte.
-Ya sabes, nadie es eterno.
-No sabes cuánto me alegro.
-El ateo capullo y la católica traidora.
-Qué grande.. ¿Dónde cojones estamos?
-Ni idea, tronca.
-Pero..¿quién nos ha traído?
-¿Eso importa?
-En absoluto.
-Pues ven aquí.
-Ya estoy aquí.
-Tal y como prometiste, conmigo siempre.
-Sí, claro.

17/5/10

Contigo.

Más allá creo que no llegan mis ojos. Desde aquí sólo veo prados y paja. Mucha mierda. Cabezas cortadas clavadas en palos. Lo típico, supongo, lo de siempre. Decía que la quería y está jugando con ella. No saben sentir, no saben perder, nadie les ha explicado qué pasa cuando te quitan el chicle de la boca, cuando te lo arrancan de los dientes. No entienden de vacíos porque siempre tienen la barriga llena. Claro se entiende mejor, sin tonos medios, sin faltas. Uno arriba y quítale hasta quedarse bemol. Eres todo lo que tienes en el mundo, tú y tus dudas, tú y tus puntillosos fallos. ¿Se dice así? ¿se escribe así? ¿se hace así? No somos nadie hasta el día en que nos quieren. Ese día descubrimos que estamos en el mundo, que el mundo que pintábamos de absurdo y de injusto se mueve al compás de una música extraña, y mientras más bajo suenen sus melodías, más sentimos su grito en el tímpano.
El estiramiento mañanero de la tierra, el timbre de voz del león.
Pero más allá no llegan mis pupilas, mis garras se doblan por debajo de mis piernas. Tuerce siempre, maréate, pero no entregues tus sueños, tus deseos a la plebe. Abajo todo es prado y más prado y más paja. Sólo mierda.
Me vuelvo para observar si sigue la puerta abierta. Siempre lo está. Me acerco despacio y con un rugido tenue despierto sus costillas, y su pequeña respuesta me hace temblar aunque sea medio tono por debajo. Sus pezuñas se asoman desde el hueco más oscuro de la cueva, al final. Allí quiero quedarme a dormir, con él. Que la noche nos abrace y mis rugidos se pierdan en años luz y estaciones. Que pasen como pasan los recuerdos por mis iris, deslizándose y cayendo hasta que, en un descuido, los piso y dejo que otros los pisen también. Quiero morirme con él acariciándome el pelo, que lleguen días y noches, cazar para él y que cace para mí. No quiero ser el rey o la reina de la selva, del bosque o de las praderas. No quiero perderme lejos y volver y explorar y machacar y retratar y empolvar, si no escucho su rugido tras mi espalda.
No quiero a nadie más.
De día puede moverse el universo entero y golpearme las neuronas. Le dejo existir y a las 24 horas pulso el interruptor. Y no quiero más sol ni más día ni más lucha. Lo único que quiero es adentrarme en mi cueva y buscar sus pezuñas, y enredarlas en mi pelo, y cerrarle los ojos. Y ver cómo cae dormido.
El sueño de los planetas, el silencio del león.
Él es mi reino y mi meta. Él es mi naturaleza. Él es todo lo que quiero conservar en esta jaula infinita de bestias e insectos, de dinosaurios y saltamontes, de tigres y ratones.
Él es mis dientes y mi única guerra, mi única defensa y mi único territorio.
Apagad o encended vuestra selva a vuestro antojo. A mí dejadme dormir a su lado todas las noches que queden, y juro no invadir ni una estrella de las vuestras, no atacar constelaciones, no sublevar a mi reino, no levantar estampidas de rinocerontes.
El león se ha cansado de abrir la boca y gritar, y se tumba a que le laman la cabeza con ternura.
24 horas al día, toda una vida soy vuestra. En cuanto escuche de lejos un leve rugido suyo, abdico y en La menor.
Buenas noches, cielo azul. Abre los brazos.

14/5/10

Un mundo para Gonzalo.

Vendrán huracanes vanidosos a estropearte las manos. Deja que las estropeen. Habrá quien mire con envidia cómo lo haces, habrá quien pase de largo, habrá quien haga exclusivas de tu sufrimiento, habrá quien diga creerte y estar contigo. Deja que sean y que digan y mantén tus manos siempre preparadas por si vuelven. SIEMPRE. De pie y abriendo los brazos para que lleguen sus balas: tu cuerpo puede con ellas, con toda su dinamita, con toda su furia y con todos sus juicios. Quiero que lleves mi rabia dentro y que te empuje y te arrastre, y que entiendas que su naturaleza es de pura indignación, de pura decepción en un mundo acorralado, abandonado y podrido en el que vas a creer, al que vas a defender hasta que cumplas la edad suficiente para rendirte y soltarlo. Pero hay que golpear aunque sea al vacío, porque en eso consiste estar vivo. Y el día que creas que no puedes, sólo tienes que mirarme. Mírame, y recordarás que puedes. Mis brazos son tuyos y serán tuyos aún cuando no puedan más, hasta el día en que se apague mi última voluntad.
Voy a dedicar de lleno tus primeros años de vida a besarte el pelo, para que aprendas que la fuerza de las personas debe medirse por su capacidad para demostrar ternura, y no para empuñar armas.
Van a acribillarte con telediarios, panfletos y series de sobremesa: ninguno tiene razón. Van a reventarte el cerebro y a inflarlo con dioses y con religiones: ninguna tiene razón. El puto brillo que traes bajo tus párpados rosas y empapados como pan, llenos de sangre, es lo único en el mundo que te puede guiar. El brillo de tus ojos.
Te morderán las entrañas con palabras y con hechos, te empujarán al vacío, te dejarás caer, te harán daño, llorarás (no sólo llanto por hambre, como al principio, no sólo llanto por sueño, no sólo llanto por miedo). Verás violencia en la tele y después cerca, pero no tanta como otra gente. Te obligarán a sentir necesidades absurdas y a seguir modas y ritmos que no te pertenecen. No seas de ellos, no eres de ellos. No seas como ellos. Quizá te tilden de raro, quizá algún día comprendas por qué escribo, quizá algún día escribas, quizá entiendas qué es la literatura.
También alguna vez querrás a alguien: rompe tu costilla en dos, corta el mundo por el maldito ecuador si hace falta, muéstrate y rinde tu alma a ello. Por el amor sí merece la pena hacer el idiota. Haz el idiota, pero no dejes jamás de luchar, así te ahoguen y te arranquen de ti mismo, así tengas que mostrar al final todas tus cartas, sigue jugando sin ellas. Juega sin cartas. Aunque dejes de verle el sentido y el fin, nunca te rindas, jamás. Mi papel aquí será ser un ejemplo a seguir, así que, si es necesario, me moriré sonriendo, que es el mayor grito de guerra que nadie pueda emitir.
Sé que no vas a pedirme nacer, nadie lo pide. Vivirás con la pregunta de qué coño haces aquí, de por qué muere la gente delante de tus narices, de qué pintas y cual es tu misión. Tu misión no te la van a decir en iglesias ni en colegios, ni nadie que pretenda saber más que tú. Tu única misión en este mundo de ratas es no ser una de ellas. Tu única misión aquí es ser buena persona. Sé bueno, cariño, sé bueno, sé honesto.
Intentaré enseñarte que hay que ser valiente aunque te devore el miedo, que hay que ser justo aunque nadie te puntúe, y que hay que intentar ser sincero aunque todo lo que te rodee sea una mentira gigante.
Te bombardearán con vicios y guerras, alcohol y drogas, sueños frustrados y canciones de amor. Cuentos surrealistas y moralina gastada. Tú procura defender tu verdad aunque el fuego te alcance hasta las rodillas, aunque lo sientas quemarte. Tu camino no está fuera, el único camino es la verdad. No hay belleza si no la haces, no hay paz si tú no la traes, no hay nada verdadero que no lleves tú de serie. Vendrás al mundo con el mundo debajo de tus dedos, que se te da para que lo des. Somos lo que damos, somos el bien que hacemos. Yo te lo voy a dar todo solamente para que algún día tú también lo hagas.
Lo único que debe preocuparte conseguir es hacer feliz a aquellos que te importan. El resto, mi vida, es pura basura.
Sé bueno, cariño, sé honesto.

5/5/10

Sgdo Corazón de Jesús.

A la guarida de los sueños rotos. A la mansión del terror de la que salí corriendo. A la fábrica de monstruos.
A la que fue más casa que mi propia casa, al lugar donde encontré más familia que en mi propia familia. Donde iba cada vez que me sentía sola...para estar aún más sola, pero también menos.
Aún conservo el cuadernillo con canciones a María, aún no comprendo ninguna; pero no las he olvidado. ¿Quién te iba a decir que dejaría de ponerme de pie en misa, de recitar con el resto, de aceptar su bendición y agradecerla en voz alta? ¿Iré al infierno por eso...? Tu rebaño desmembrado e ignorando la llamada del Señor. Ya no voy a misa, ya no recuerdo por qué iba. Ya no me acuerdo de rezar por las noches. Ya no me confieso. Ya no recibo el cuerpo de Dios los domingos. Ya no me preocupa.
Temblé de miedo al pensar que no volvería a verte, como un perro que arrancan de las faldas de su dueña, como un bebé que separan del pecho de mamá. Temblé al verme desnuda frente a un mundo vacío de fe y de cariño, y pensé que te echaría de menos durante toda mi vida.
Al cubo de ratas donde crecí. Al lugar donde más he querido de la historia de mi vida, y donde más he sentido necesidad de decirlo.
A ti, por quedarte conmigo cuando yo te despreciaba.
A ti, por criticarme hasta la saciedad (al final tenías razón en casi todo lo que decías).
A ti, por amenazarme y empujarme contra la pared.
A ti, por ese "estoy aquí porque te quiero y porque me preocupas".
A ti, por preguntarme si seguía escribiendo, y por echarte a llorar cuando respondí que sí.
A ti, por abrazarme sólo a mí delante de los restantes 30 alumnos, que miraban envidiosos y llenos de desconcierto.
A ti, porque nunca te olvidé aunque tú lo hicieras.
Nunca borraré de mi mente tu patio, ni el color de las losas de cada uno de los servicios. De todos y cada uno de los malditos servicios.
Nunca borraré de mi mente la mañana en que pasaron DOS HORAS mundo afuera y yo había calculado alrededor de DIEZ MINUTOS. Allí, sentada junto al water, mirando fijamente la pared, sin hacer nada.
No olvido tu fuente (no la que pusieron nueva, sino la que arrancaron), ni tus pelotas de basket, ni tus colchonetas verdes.
No olvido la escalerilla que daba a la parte de arriba, donde jugábamos al "Matar".
Los recuerdos me golpean la corteza del cerebro. Media vida mía es tuya, y media vida tuya me llevé cuando me fui. Nuestra estrella perdida entre tus cimientos, nuestras voces tapadas con las nuevas.
Nosotros hicimos vida del barro.
¿Te ha interesado alguna vez saber cómo me va? ¿Casualmente te preocupa qué ha sido de mi vida?
Llevo en la respiración tatuado tu nombre, y en el corazón tu sello, tu escudo azul y blanco. Como el que había en el chándal (no en los nuevos, sino en los nuestros).
Toda mi infancia se fue contigo, haz con ella lo que quieras.

2/5/10

Querida Marta:

¿De verdad crees que soy tan mala? Pues mira, para que veas que también tengo mis momentos, y aún sabiendo (te conozco mejor que tú misma) que va a costarte confiar en mí, por cada llanto que me has dado, voy a pagarte con algo. No quiero que pienses que te he maltratado por pura diversión, que me he llevado tanto a cambio de nada. Voy a darte todo lo que te quité, todo lo que te negué multiplicado por dos. Voy a hacerte sentir que hasta el más humillante de los dolores ha merecido la pena. Me pedías solamente una cosa, una y otra vez la misma cosa, y la vas a tener. Y algún día en el futuro me mirarás a los ojos sin todo este desprecio, y entenderás que sólo fui una madre severa y estricta que buscaba a toda costa que su hija aprendiera, y que, aunque mis métodos no siempre sean los más apropiados (cualquier padre se equivoca), mi única preocupación ha sido educarte. Yo cargo con tu rencor, pero pensándolo en frío, hay padres peores. Tú me has dado mucho, me has gritado y me has llorado. No siempre hemos tenido una relación tranquila. De todos modos, creo que, en el fondo, siempre te has dirigido a mí con cierto respeto, que te has esforzado por ser prudente y aceptar mis decisiones y mis juicios a pesar de lo que ello significase para ti. Has rabiado de impotencia por mi culpa, pero nunca has intentado golpearme ni desprestigiarme a propósito. Has sido una pobre buena persona, perdida en el lugar donde quise que estuvieras, y una luchadora innata por mucha agua que lloviese. Has sido una pequeña patética guerrera deseosa no de triunfos, sino de conocimiento y de felicidad. Yo veo todo eso. Y sí, lo sé, he quemado tus nervios hasta hacerlos burbujas, he pisoteado tu valentía, he ensuciado tus manos y he apagado muchas veces la ilusión de tus ojos. De acuerdo, he abusado de mi poder, pero, al fin y al cabo, soy tu madre, y hasta la más soberbia y pretenciosa de las madres necesita ver feliz a sus hijos. Yo estoy cansada de tu tristeza y de saberme su causante, estoy cansada de que me tildes de injusta y de que afirmes que me odias. Estoy harta de que llores. Tendré que vivir con ello, pero al menos voy a hacer que a partir de hoy tus días no se concentren en eso. He conformado una respuesta llamativa y creo que acertada, una correspondencia exponencial para ti. He concentrado tus sueños y los he dividido para actuar acorde con ellos, y ahora dejaré del todo la elección en tus manos. No hay más trampa esta vez. No voy, obviamente, a apartarme de tu lado ni a dejar de ser quien soy, y no te prometo nada, sólo afirmo mi presente situación. El poder siempre corrompe, y yo en ese sentido estoy podrida.
Aquí tienes, para ti, justo lo que me pedías. Aquí tienes tu respuesta.
Te la mereces, así que no dudes tanto (duda de mí si quieres y de mis intenciones, ya sabes - tú también me conoces - que no te puedes fiar de mí, al menos completamente y sin reservas, pero no dudes de mis regalos, son la única parte hermosa de mi conjunto, lo único que hace que yo de vez en cuando valga la pena).
Te mando un beso que espero que aceptes.
Sé que no vas a olvidar, aunque una parte de mí esperará hasta el final de los días que me perdones. Sé que no he hecho de ti algo malo. Quedamos en paz (al menos durante un tiempo).
Una última cosa voy a exigirte por ahora: pase lo que pase, escojas lo que escojas, haga lo que haga yo, SÉ FELIZ.
Fdo: La vida.

30/4/10

Agua

Benjamin se sienta en el tercer escalón de la entrada y le pregunta a su mamá, con su sonrisa de pícaro:
-Mami...¿para qué es el flotador?
-Cariño, para no hundirse. Te lo pones y así estás más seguro.
-¿Y de qué coño te vale el flotador en un tsunami?
Entonces su madre lo mira extrañada, levanta la cabeza y en la lejanía lo ve. La ola más alta que haya visto en su vida.
-Va a arrasar esto, ¿verdad, mamá?
-Eso parece...
-¿Tienes miedo?
-¿Tú no?
-Por supuesto que lo tengo. Lo que no veo es el sentido a tener un flotador, si el agua va a volcarnos hagamos lo que hagamos.
-Dios mio...va a ser todo agua...
-Sólo agua.
-Joder...
-Anda, mami, no seas gilipollas y quítate el flotador.
-¿...Y entonces qué hago?
El pequeño Ben la mira con infinita ternura.
-Levanta la cabeza, que eres tonta.
-¿Qué?
-Levanta la cabeza y admira conmigo la llegada de la ola...

29/4/10

Toda una revolución.

Quiero que me quieras y quiero tener sobre ti el poder suficiente para hacer contigo lo que quiera, ¿por qué?, para darme el gustazo de no hacerlo. Quiero tener el "privilegio" de poder jugar contigo para nunca aprovecharlo. Porque sé que si estás en mis manos, nadie más en este mundo podrá dañarte. Tenerte conmigo y en mí es tenerte a salvo. Por eso quiero poder, ese poder, porque sé que nunca lo utilizaría, y que, al tenerlo yo y sólo yo, eso te protegería de que lo usara cualquier otra persona. Quiero ser La Persona, para actuar como si no lo fuera, para dejarte que decidas y escuchar que te decides por mí, libremente y sin juegos absurdos.
¿Sabes qué? Aunque esto que tenemos hubiese durado un día, solamente un puto día, ya habría sido toda una revolución, ya habría ocasionado más de un quebradero de cabeza y ya habría levantado muros y cenizas por doquier. Aunque esto hubiese durado solo un minuto, un pobre y triste minuto, habria sido suficiente para que todos hablasen...pero habría merecido la pena.
Todos los que no confían en nosotros van a pasárselo en grande cuando cuenten los días, meses y años y vean que tus ojos no se apagan, que mi cuerpo no se aparta y que nuestras manos siguen encajando como un puzzle.
Vamos a callarles la boca a latidos, a golpe de bala en pecho, a quemazón de labio y de tendones. Van a descifrar el grito que nos devora por dentro a base de miradas y caricias.
Si quiero tener tus brazos es para que sientas los mios.
Si quiero tu corazón es para apagar el riesgo de que la vida lo gaste, lo machaque y lo evapore.

28/4/10

Sevilla.

Quiero que tu luz me ciegue y verlo todo amarillo.
Que me arrastres y golpees y me hagas cardenales, sangre y moratones.
Que tu girasol de piedra me descoloque los huesos.
Quiero que tu trueno de luz clara me atraviese y me juzgue,
que tu ducha caramelo de limón me deje hirviendo los párpados al despertarme.
Quiero que tu viento me ahogue y tus naranjos me devuelvan las ganas de respirar.
De un soplo.
Quiero tu aire, tu rosetón y tu cielo. Quiero tu forma.
Quiero tu beso asfixiante.
¿Tienes idea de lo perdida que he estado tanto tiempo? ¿Sabes cuánto me has faltado? Yo no soy nadie sin ti. Vaya a donde vaya, corra hacia donde corra, acabo en ti. Mi amor por ti me invade y acabará conmigo. Quiero quedarme contigo y en ti.
Tengo celos de tu espacio color mar y tu agua turbia, tu falta de sal, tu vino, tu arena oscura, tu acera. Después de haber tragado y vomitado en tus calles, después de haberme bebido mi historia frente a tus ojos, de haberte vivido, soñado y masticado. Después de todo lo que he tenido que pagar, que llorar, que reír y que luchar en todos estos años. Con todo lo que hago mal y todo lo que me equivoco, y dios me ha hecho el mayor regalo que se pueda hacer a alguien: me ha dado la ciudad que parpadea, que abraza al sol, que lo escupe. Me ha dado la ciudad de la estrellas. La ciudad de los valientes. La ciudad de las bestias, los hombres y el azahar. La ciudad de la Feria.
La ciudad que palpita cada vez que palpito.
La ciudad que me escribe cada vez que le escribo.
La ciudad de las mentiras.
La ciudad de mis recuerdos, mi infancia y todo lo que no digo, no callo y no soy ni seré ya nunca más.