18/7/12

Número Nueve

Anoche se me deshizo el hechizo con la espera
Las palmas de las manos con la crema
Los labios secos de lápiz número nueve del Corte Inglés. 
El sueño venció al deseo, la duda se consumió
Los músculos aguantaban pero 
La mente lloraba
Y con su llanto asfixiaba lo poco que me quedaba
De pasión. 
Una hilera de chiquillos me cortó el paso delante
El sabor chicle de lima jugueteó con mi saliva 
Y tragué con más regusto.
La culpa del asesino
La aguja manipulando el ritmo
De mi latido
Que evitaba entre suspiros recordarte.
Toda la noche quebrada 
Y el destino
Hecho una bola de papel de celofán. 
Con la esperanza arrugada es imposible no odiar.


"El respeto que mereces es el que tú te brindes a ti misma." - Zara

17/7/12

Dos silencios

Despedirse de la entrega racional y adentrarse en los suburbios de la mente del poeta atormentado. Huyendo de los conciertos, sólo busco una escritura algo más limpia y honesta, desprovista de abalorio y vestidura, deseosa de realidad.
Un motor inapagable, una mueca permanente y un reloj que me ruega que lo pare. Un pequeño camarón dentro del pecho, una luciérnaga sobre mis ojos de noche, buscando señales divinas en la pared.
Inhalar respiración, subir y romper el cielo, bajar y pisar el suelo.
No puedo más, me supera la descarga matinal, me deja sin energías, me apaga el sol, me lo arranca, me obliga a escalar a tientas, a bucear sin vendas, a mirar más. Me obliga a quitarme ropa, a morderme los labios, a arañarme la cara. Me pone de rodillas y me manda, le obligo a boca abierta y piernas blandas, me quedo sin recursos para protestar sus riñas, permanezco a gatas sola y olisqueando por comida.
Saltar sobre tu cintura, arrancarte el pantalón y lamerte hasta que duela. Tocar el tejado ardiendo, recorrer el mismo espacio y dibujar con mis dedos sobre tus ojos un beso.
Bloquear la puerta, cerrar el cuerpo, encajarnos al momento, fluir el uno con el otro y hundirnos al mismo tiempo, chillando en silencio.
No soporto otro día más, la descarga matinal, abrir los brazos para quemarme, sonreírte levemente con miradas y que tus iris me escupan fuego. Me obligas con tu presencia a apretarme más la venda, a correr hasta el final, a abandonar de un plumazo mis restos de sensatez, a avanzar a cuatro patas. A sentarme del tirón sobre el lomo congelado del venal del corazón, a fingir que todo pasa, a cubrirme con misterio las espaldas. A verificar la espera, a huir de la calma.
Soltarme el pelo a la luz solamente de la luna, bajar los dedos, sentir los tuyos, bailar sobre tu cintura, arrancarte la opinión, la camisa y la razón. Arrancarte con los dientes el botón del pantalón y lamerte hasta que duela, hasta quedarnos sin voz, hasta reventar a besos el tejado, dejar el planeta y la gente de lado, perder el miedo a volar, no querer soltarnos más.
La descarga matinal, que irrumpa y bloquee la puerta, que cierre el cuerpo, sentir, encajarnos al momento. Fluir el uno con el otro y hundirnos por no nadar, y asfixiarnos al compás, chillando entre dos silencios.
Inhalar respiración, subir y romper el cielo, bajar y pisar el suelo.
No despertarme jamás.