17/7/12

Dos silencios

Despedirse de la entrega racional y adentrarse en los suburbios de la mente del poeta atormentado. Huyendo de los conciertos, sólo busco una escritura algo más limpia y honesta, desprovista de abalorio y vestidura, deseosa de realidad.
Un motor inapagable, una mueca permanente y un reloj que me ruega que lo pare. Un pequeño camarón dentro del pecho, una luciérnaga sobre mis ojos de noche, buscando señales divinas en la pared.
Inhalar respiración, subir y romper el cielo, bajar y pisar el suelo.
No puedo más, me supera la descarga matinal, me deja sin energías, me apaga el sol, me lo arranca, me obliga a escalar a tientas, a bucear sin vendas, a mirar más. Me obliga a quitarme ropa, a morderme los labios, a arañarme la cara. Me pone de rodillas y me manda, le obligo a boca abierta y piernas blandas, me quedo sin recursos para protestar sus riñas, permanezco a gatas sola y olisqueando por comida.
Saltar sobre tu cintura, arrancarte el pantalón y lamerte hasta que duela. Tocar el tejado ardiendo, recorrer el mismo espacio y dibujar con mis dedos sobre tus ojos un beso.
Bloquear la puerta, cerrar el cuerpo, encajarnos al momento, fluir el uno con el otro y hundirnos al mismo tiempo, chillando en silencio.
No soporto otro día más, la descarga matinal, abrir los brazos para quemarme, sonreírte levemente con miradas y que tus iris me escupan fuego. Me obligas con tu presencia a apretarme más la venda, a correr hasta el final, a abandonar de un plumazo mis restos de sensatez, a avanzar a cuatro patas. A sentarme del tirón sobre el lomo congelado del venal del corazón, a fingir que todo pasa, a cubrirme con misterio las espaldas. A verificar la espera, a huir de la calma.
Soltarme el pelo a la luz solamente de la luna, bajar los dedos, sentir los tuyos, bailar sobre tu cintura, arrancarte la opinión, la camisa y la razón. Arrancarte con los dientes el botón del pantalón y lamerte hasta que duela, hasta quedarnos sin voz, hasta reventar a besos el tejado, dejar el planeta y la gente de lado, perder el miedo a volar, no querer soltarnos más.
La descarga matinal, que irrumpa y bloquee la puerta, que cierre el cuerpo, sentir, encajarnos al momento. Fluir el uno con el otro y hundirnos por no nadar, y asfixiarnos al compás, chillando entre dos silencios.
Inhalar respiración, subir y romper el cielo, bajar y pisar el suelo.
No despertarme jamás.

0 afectados:

Publicar un comentario