23/8/12

A Livia

Cuando la mesa cojea por una pata, una empieza buscando servilletas por doquier. Si a pesar de dicho intento y dicha búsqueda, la pata sigue inservible, una opta por cambiarla, aunque no sea igual que el resto. Lo importante no está en que desentone, entonces, sino en su capacidad para sostener la mesa. Cuando esa mesa cojea por más de una pata y no parece cesar, hay que cambiar esas patas. Cuando cojea por todas las patas que la sujetan, que la mantienen de pie, una debe ignorar la antigüedad de las patas, su anterior calidad o todos esos impedimentos sentimentales que existan. La tabla no puede levitar sobre el vacío, levantar peso sin que haya peso que la levante a ella. Entre el suelo y la tabla debe haber algo.
Hay veces que una no quiere que lleguen. Hay días que prueban nuestra humanidad, nuestras capacidades más innatas y animales, más ancestrales y delicadas. Hay momentos en que una debe aceptar en vez de protestar, aceptar de una vez por todas que se ha equivocado, y que tiene que empezar otra vez desde el principio. Aceptar que no ha sabido escoger bien, que no ha sabido establecer el orden de prioridades, que no ha sabido ponerse en su sitio, ni ocuparse de que el resto reconozca los límites del suyo.
Ya has terminado todas las novelas del despacho de tu padre, y ahora comprendes que no eres la única persona preocupada por los sueños del futuro. Has vivido, y has masticado y tragado tus visiones y problemas, tu dolor, y también lo has echado y te has vaciado, y has intentado poner los puntos sobre las íes. Lo has hecho mal, muy mal. Has confiado en ti misma cuando el resto no se cansaba de repetir que no lo hacía, has buscado y buscado incluso cuando habías asimilado sin problema que ya no ibas a encontrar. La inercia de tu existencia te ha intentado llevar siempre por el sendero de la verdad, por el sendero de lo correcto. Lo has hecho mal, muy mal. Has estudiado, has suspendido, has aprobado. Has jugado y en los juegos muchas veces no se gana, y no has ganado esta vez.
Te prometiste que nadie quedaría impune por un sólo llanto tuyo, que pagarían cada gota que te hiciesen derramar. No lo has cumplido.
Te prometiste no caer en las garras de los juicios y las leyes de la gente, y caíste.
Te prometiste no echar de menos a quien no lo mereciese, y no supiste llevarlo a cabo.
Has sido y eres torpe, como tantas, tantas otras. El amor te vuelve estúpida y parcial, como a tantas, tantas otras. Te nubla el sentido y la dirección, como a los animales que viven en la calle hipnotizados por el brillo de la lluvia y el color malva del cielo cuando oscurece. El amor, que sólo sirve para destruir. Te prometiste no dejar que te lo hiciera nunca más. Como tantas, tantas otras se prometen a la vez que se maquillan y se hacen fotos sonriendo, con el vaso ya vacío en una mano y el vacío del universo y los planetas en la otra.
No has sabido hacerlo bien, y ahora lo sabes. 25 años después, ahora lo sabes, y aún no es tarde. No es tarde para atreverte a echar a nadar adentro sin ayuda, a retarte de una vez a ti misma y acertar, a ocuparte de la vida que esta bola oxigenada y flotante ha decidido que es tuya. Tú la has sacado del vientre cuando apenas tenía fuerza para mover el meñique, tú le has sujetado la frente en pie cuando apenas tenía fuerza sino para vomitar con los ojos entreabiertos, tú le has secado la cara cuando apenas tenía fuerza sino para abandonarse a llorar con desconsuelo. No, no son mucho 25, pero son bastantes años como para darse cuenta. Son sólo los suficientes como para haber llorado con amargura, con ira, como para haber pedido perdón y condescendencia, como para haber sentido al corazón ir cansado.
Ya has querido, y eso es mucho. Has perdido cosas que creías que nunca se separarían de ti, y has aprendido que todo en esta vida se pierde.
Has perdonado, y eso es mucho. Has creído en muchas cosas que sabías, en el fondo de tu mente, que eran mentira. Las has creído pensando que estabas destinada a creerlas.
Has aprendido algunas cosas, y eso es mucho. Hay gente que jamás aprende nada.
Has decidido quedarte con lo bueno de lo malo, y eso es mucho. Hay quien no ve más allá del dolor que le han causado. Tú ves también la calma que dejó el paso de la tormenta, ves el silencio que queda tras el ruido.
Te has equivocado mucho, mucho, mucho. Como tantas, tantas otras. Como tantas, tantas veces. Y ahora toca levantar esa cabeza y volver a empezar de nuevo. Con el coraje de idiota que siempre te ha sabido tener en pie, a destiempo y sin ganas, a base de porrazos y pataletas. Levanta la cabeza y termina ya esta entrada. Tu vida es tuya, de nadie más. Lo has hecho todo fatal, y no pasa nada.
Te quiero, yo sí te quiero. Yo sí te quiero siempre.

0 afectados:

Publicar un comentario