26/8/12

Siempre hay alguien

Yo la perdono, porque la entiendo. Conmigo no necesita rebanar explicaciones, cubrir con necedades deseos maltratados, romper ni demostrar nada.
La vi sentada en el escalón mirando a nadie sin ganas. Le dije "si eso fue nada", "lo sé" contesta ella. Pero lo dice mirando a la foto que tiene arrugada entre las manos. "Yo lo que quiero es que él sepa que le quise más que a nadie, que yo soy la persona que más lo ha querido nunca." "Lo sabe", añado entonces, y ella se acerca a mí un poco. No quiero que deje de echar el llanto ese que echa, que cae como sin consuelo y sin que nadie pueda cortarlo. Le viene bien, eso alivia, limpia impurezas y tranquiliza. Nos deja dormiditos como a los animales, es un esfuerzo muy sano que a veces tiene que hacer el cuerpo. Dejo que ella sepa eso, que le ladre a las estrellas aunque carezca de fe y éstas sean sólo la sombra de una imagen caducada de hace millones de años.
Ella me dijo "me quiero ir", y yo me debo solo a ella. Ni al primero, ni al segundo, ni al fijo, ni al pasajero, ni al misterioso ni al bueno. Sólo a ella, y por eso fui a donde ella quiso correr. Cogió el camino y la seguí, porque yo la seguiría al fin del mundo.
Estaba mal, como todos a veces estamos mal, y necesitaba estarlo. Me cogió la mano y dijo "tú no te vayas", y no me voy. No la dejo, no podría.
Tal vez, si no hubiese estado dentro de su cuerpo tantos días, tantas horas, tantos años de esta vida, no me sentiría así. Pero lo he hecho, y la comprendo. La comprendo como ni ella se comprende, y no me gusta que le hagan daño, que la ignoren, que le griten, que la cojan y la suelten.
"Me he perdido y no me encuentro, no me encuentro", me dice cansada. Yo lo sé, ya lo sabía. "Bueno ¿y qué? Pues ya está, tú sigue andando", le contesto sonriendo. Si me ve a mí sonreír, ella querrá algún día hacerlo.
Ha vivido muchas cosas en muy poquito tiempo, y es flaquita aunque sea fuerte, y es también de carne y hueso aunque también sea valiente. Pero no tiene que preocuparse, porque ella sabe que hice mis votos con todas las ganas del mundo, y que yo no voy a dejarla sola jamás. Lo dije y lo digo ahora: en la alegría y la tristeza, en la rabia y el conformismo, en la riqueza y la pobreza, la salud y enfermedad. Hasta que la muerte nos separe. En tu inestabilidad, en tus faltas y en tus exageraciones, en tus ataques de celos y en tus ataques de libertad, en tus dudas y en tu fe desorbitada, en tu mal genio y tu calentura, en tu amor y en tu venganza, en tu dramatismo absurdo y en tus sueños insensatos, hermosos, enormes. En tu inmadurez y tu condescendencia, en tu mirada y en tu miseria, en tu tinta y en tus dientes. En todo lo que ganas, niñata y guerrera, señora y plebeya, y en todo lo que pierdes. Hasta que el sol nos separe.

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