21/5/11

Bolsas De Supermercado

Otra espabilada más metiéndose el as de espadas por debajo de la manga, intentando hacerlo bien para despistar a otros. Poniendo banda sonora a un momento caducado. Sabiendo bien lo que hago porque es justo lo contrario a lo que quería hacer.
¿Has visto a alguien fingir con la soltura con que lo hago? ¿Levantar egos con sólo sonreír? ¿Sonreír con las mismas ganas? Hasta para no ser nadie hay que haber nacido alguien, hay que aprender a mentir.
Lazos. Mentira. Literatura. Mentira. Fuego abierto entre dos labios cerrados a cal y canto. Lo que no digo. Mentira. Lo que predico. Sólo mentiras.
¿Y has visto a alguien hacerlo mejor que yo? Porque el único poder que tú tuviste en tu vida fue el de cedérmelo a mí.
Dejar pintada la carretera para que se seque al sol, ponerse los pantalones y levantar la cabeza. ¿Y hay alguien que la levante mejor que esta gilipollas? Rozando el cielo, cogiéndolo prestado como almohada. Harta de dormir de día y de reventarme el cuello, de dejarlas caer mejilla abajo, evitando su sabor a sal acaramelada.
Nadie mueve ambos pies a la vez mejor que este ser humano catalogado de femenino que dejaste en la cuneta del "no sé seguir así", y que siguió, siguió haciendo lo que tenía que haber hecho desde antes de que estuvieras, consciente de que no estás y de que no vas a estar, escribiendo tanta embuste que cualquier día serán ciertas. Hago que parezca fácil perseguir conversaciones, prestar atención al resto, ir de tiendas, colorearme los párpados de celeste.
No recuerdas ya la estufa que se congeló en la nieve, el centro de aquella estrella que empujamos al vacío, todo lo que se tragó aquel agujero negro. Tus brazos como un árbol de enredaderas tediosas abriendo paso entre los mios. El agua fría de la ducha cuando alguien abría el grifo de la maldita cocina. El techo bajando lento, la sábana blanca y negra. La música a borbotones, las caminatas de madrugada, las peleas hirientes, sordas. Mi voz haciéndote gritar, tu grito haciéndome llorar. Mi llanto. Tu silla giratoria, el pestillo de la puerta, la calle entera nevada, el supermercado lleno, las bolsas color naranja, los horarios al revés. El sombrero, el cartel pegado al puente. Los cisnes a medio metro, las ardillas que corrían con prisa de árbol en árbol.
Ya no te acuerdas. No te acuerdas de que antes de que falláramos tanto, fuiste más que un arañazo sin curar, que una alarma más temprano, que una plancha, que una foto. Fuimos más que dos personas, más que amigos, más que nada en este mundo.
Te olvidaste de salvar lo que habíamos construido. Todo fue a la misma bolsa.

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