30/7/11

Polvo

Lo había visto. Como una pitonisa que se pasea por el centro del miedo, el centro de la infancia, de los sueños absurdos y destartalados. Echar tanto de menos como antes echabas de más. Lo vi. Como una adivina asomada a la bola de cristal. Lo vi grabado en la valla de troncos de árbol, en la silueta de la ventana desde dentro, entre cartel y cartel. Lo estaba viendo venir y no hacía nada para frenarlo. Soltar el manillar, cubrirme la cabeza, alejarme de la puerta de salida. Cobarde. Cobarde. Ni el recuerdo hace favores. Lo sabía. Siempre lo supe. Y ahora tengo que secarme el sudor, escribir en un blog con nombre de color vivo, como una quinceañera que ha sufrido la penosa pataleta implacable de un capricho que se aleja. Veo. Lo veo todavía. La historia no la hacen los que mueren. Esos sólo mueren. La historia existe por lo que cuentan los que se salvan. Ni la memoria me salva. Que hables de mí. Qué dirás. Tú harás mi historia, puesto que he sido yo la caída. Y lo sabía, lo supe siempre, lo había leído entre las nubes, entre las ondas del agua, bajo las colas de las ardillas. Tanto como antes de más. Lo que tú cuentes de mí. Tu misericordia. Valiente. No olvides que fui valiente. Cobarde. No olvides que fui cobarde. Y pensar que, realmente, en el fondo, no importa siquiera el qué, sino el por qué. Siempre el por qué.
Recuerda entonces que fui valiente porque perdí la cabeza.
Recuerda entonces que fui cobarde porque todos me decían que así serías más feliz. Porque quería que lo fueses. Porque pensé que tenían razón. Y la tenían, y la tienen. Y así, como un pedazo de histeria muerta en el vientre del desierto, calla la que nunca calla, se echa atrás la que nunca retrocede, se deja vencer la reina en el tablero de ajedrez. Cobarde. Y valiente a la vez por atreverse a conocer la vida sin vida, la muerte sin muerte. Lenta. El olor roto del polvo. La luz parpadeante que promete irse apagando mientras más soplen los ojos. Cobarde pero valiente. Por atreverse a quedarse, a irse lejos, a salvarse, a perderse. A la locura insensata, incomprensible e inabarcable de tener que mantener viva una llama sin fuego, un niño sin inocencia, una ciudad sin personas.
Sólo alguien valiente se lanzaría al circo mudo, al cielo opaco, al día sin sol de vivir sin ti.
Cuenta tú, guerrero vivo, que lo hice por amor.
Habla de mí con verdad. Habla de mí con respeto.
Lo hice porque te quería.
Cuenta eso.

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