9/9/12

Vete

No te preocupes, que podría hacerlo si quisiera, pero no quiero. Demasiado he hecho ya por este intenso verano que va por fin caducando. Me quedo quieta mirando cómo septiembre hace hueco, con las tijeras guardadas y sacando a pasear las sonrisas de repuesto.
Esperan sacar a un león herido a la pista y que les baile y les salte, y se enfadan cuando ruge. Ni cobarde ni valiente: a mí no me juzga nadie. Ahora no. Ahora consiento estar viva, pero sé que fuiste tú la única persona cuerda que me ha buscado en la vida.
Te quiero mucho, y no es bastante. Ahora no. Ahora sé que nada basta para tenerme contenta, que si me traen un palacio lleno de esquinas doradas, yo soñaré con el bosque, y cuando el bosque me alcance, añoraré que haya puertas. Nadie es capaz de hacer eso.
Por supuesto, siento el daño que te he hecho. Siento el daño que me he hecho por sobre todas las cosas. Siento porque soy persona, siento porque no soy mala, pero ya no espero pelis, finales ni laberintos. No espero nada. No voy a pedir perdón, ni quiero que me perdones. Ojalá pudiese odiarte y lo consiga, y ojalá tú un día me odies. Siempre es más fácil sentarse a que el olvido nos llegue teniendo buenas razones, en vez de los sentimientos que siniestros me acarician a tus ojos los pulmones. 
Y el corazón en remojo. Ojalá que me abandones.
El asunto es el siguiente: a ti te parece bien agarrarnos desde ya al relente y con éste perecer. Puta poesía. El caso es éste: ok. Tu actitud, siempre tan calma, mi llamada de atención siempre tan harta. Tu conformismo feliz, mis golpes sobre tu almohada. Desde el principio lo supe: no podía, no sabría hacerte feliz. Ojalá mi parte infame e inmadura dé la vuelta a la tortilla y sepa echarte la culpa, y de este modo curarme más fácilmente y en menos tiempo. Así funciona mi mente.
El asunto es el siguiente: dos años y pico rotos, y en vez de cruzar el mundo buscando una solución, nos tumbamos en la sombra del "se acaba, déjalo". No supimos escapar de la costumbre de tirar lo que "no vale" a la basura. Sí, salté de valla en valla rogando a otros la respuesta, engañándome y pensando que era mejor no pensar. Lo hice, lo hice con ganas, me confundí de batalla, tú ni siquiera lo viste, y también eres culpable aunque yo lo hiciera mal.
El asunto es el siguiente: se han descargado las aguas, se han soltado algunas olas y me acerco. Como un planeta lejano que se aproxima con miedo al límite de la tierra. Quieres verme o eso dices, yo quiero verte también. ¿Y ahora qué?, "ser natural", saludarnos como amigos, sonreírnos a la par, quedarme a charlar contigo. 
Tu rostro es ese cartel que me apunta en plena calle y me grita "era obvio, no has podido."
Me bebo el río con los ojos, "y así hablamos cara a cara". No tengo nada que hablar. Tienes que irte, tienes que irte, tienes que irte. 
No debería escribir esto, no deberías leerme. No debería pasar tanto que pasa y que cae encima, y aquí nos tiene, sudados, escarmentados la vida. 
Ni se te ocurra volver a plantearte el silencio: te decepcioné una vez, y ya van dos. No dejes que lo haga más. Párame los pies si andan, no dejes jamás que anden. Tienes que irte. Vete ya.
De acuerdo, y yo de vuelta, después de haber vivido mi momento de descarga improcedente, de melenazo indecente, de pasión adolescente. Ya he cubierto el hueco roto de las faltas del pasado con presencias imposibles y romances repentinos, ya le he soltado al espejo que no quiero dormir nunca más al lado de un humano si no despierto contigo, ya he escrito entradas de blog, ya he gastado todo el eco inconsistente y ha quedado ya vacío el corazón.
De acuerdo, ya me ha llovido, ya me dijo "¿qué te pasa?", ya le he dicho "todo bien." No me leas. 
Me preguntan si te quiero, vienen y preguntan eso, lo preguntan, ¿te lo crees? ¿Debo responder que no? Debo responder que no, pero no puedo.
Te mereces a tu lado una princesa consciente que sepa por dónde pisa, qué pone en riesgo y qué no. Una de esas que distinguen bien el pasado y el hoy, una persona que sea justo lo que yo no soy. Mereces alguien que quiera como se debe querer, alguien que desee tumbarse junto a ti a dejar pasar las noches. Yo ya no sé ver apenas si hay cielo liso o nos cubre una sábana de estrellas. 
Si la encuentras algún día, si encuentras a alguien así, vete con ella.
Te diría que no estés triste, pero ambos aquí sabemos bien quién ha sido siempre el fuerte, aunque todos estuviesen dudándolo todo el tiempo. 
A las dudas me remito cuando de dudas va el cuento.
De acuerdo, me arrancaría la piel entera si creyese que eso sirve, los dientes uno a uno si pensase que eso es útil. Levantaría los países del mapa de este planeta si lo pidieses vacío. Me despegaría la boca. Pero ya tenemos claro que no hay nada que salvar. Lo tenemos claro ahora. Tienes que irte, vete ya.
No supimos arriesgarnos, no le dimos importancia al viento que se asomaba más allá de las montañas, nos quedamos embobados sin saber ni reaccionar. No conseguimos frenarlo, no hemos sabido quedarnos, no hemos querido arriesgarnos, no hemos podido luchar.
Te vas donde siempre llueve, justo como a ti te gusta. Te dejo aquel paisaje azul y verde, aquel humo protector efervescente, aquella oportunidad. 
Yo me quedo en este horno de palabras y microbios, de azulejos toqueteados que desvisten la ciudad, la capital de la guerra. Me quedo con la inocencia que a veces me hace pensar que puedo abarcar de pronto con mis dos brazos tu ausencia. Me duermo en una Sevilla incapaz de iluminar, una caldera pequeña que se me ha quedado grande. Me quedo con mi cabeza, con mi certeza y mi lanza, con sus índices clavados en la frente y pensando y opinando sobre mí. Como si les importara.
Y por hoy ya creo que he dicho suficiente. 
Tú sigue andando, vas bien, tienes que irte, no frenes. Mi camino, ahora sí, es sólo mío, y que cada uno pague sus pecados dondequiera que éstos lleguen. Aquí me quedo pagando. Tú sigue andando, vas bien. Tú que siempre fuiste el fuerte. Lo sabe quien te conoce, quien nos conoció algún día de verdad.
No pienses en lo que dejas, no dejas nada, vete ya.
Vete.
Vete.
Vete.
Vete.
Vete.
Vete.
Vete.
Vete.

"La necesaria tristeza pa' mantenerse de pie
y con ganas de hacer cosas,
el necesario silencio pa' recordar que hubo ruido.
El justo y breve latido
pa' no acabar en la fosa.
Lo que me dejas es tiempo
bocaos de letra crujiente
la soledad de la gente
y la puñalá del viento."

Marta Vázquez García.
(08/09/2012)

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