5/5/10

Sgdo Corazón de Jesús.

A la guarida de los sueños rotos. A la mansión del terror de la que salí corriendo. A la fábrica de monstruos.
A la que fue más casa que mi propia casa, al lugar donde encontré más familia que en mi propia familia. Donde iba cada vez que me sentía sola...para estar aún más sola, pero también menos.
Aún conservo el cuadernillo con canciones a María, aún no comprendo ninguna; pero no las he olvidado. ¿Quién te iba a decir que dejaría de ponerme de pie en misa, de recitar con el resto, de aceptar su bendición y agradecerla en voz alta? ¿Iré al infierno por eso...? Tu rebaño desmembrado e ignorando la llamada del Señor. Ya no voy a misa, ya no recuerdo por qué iba. Ya no me acuerdo de rezar por las noches. Ya no me confieso. Ya no recibo el cuerpo de Dios los domingos. Ya no me preocupa.
Temblé de miedo al pensar que no volvería a verte, como un perro que arrancan de las faldas de su dueña, como un bebé que separan del pecho de mamá. Temblé al verme desnuda frente a un mundo vacío de fe y de cariño, y pensé que te echaría de menos durante toda mi vida.
Al cubo de ratas donde crecí. Al lugar donde más he querido de la historia de mi vida, y donde más he sentido necesidad de decirlo.
A ti, por quedarte conmigo cuando yo te despreciaba.
A ti, por criticarme hasta la saciedad (al final tenías razón en casi todo lo que decías).
A ti, por amenazarme y empujarme contra la pared.
A ti, por ese "estoy aquí porque te quiero y porque me preocupas".
A ti, por preguntarme si seguía escribiendo, y por echarte a llorar cuando respondí que sí.
A ti, por abrazarme sólo a mí delante de los restantes 30 alumnos, que miraban envidiosos y llenos de desconcierto.
A ti, porque nunca te olvidé aunque tú lo hicieras.
Nunca borraré de mi mente tu patio, ni el color de las losas de cada uno de los servicios. De todos y cada uno de los malditos servicios.
Nunca borraré de mi mente la mañana en que pasaron DOS HORAS mundo afuera y yo había calculado alrededor de DIEZ MINUTOS. Allí, sentada junto al water, mirando fijamente la pared, sin hacer nada.
No olvido tu fuente (no la que pusieron nueva, sino la que arrancaron), ni tus pelotas de basket, ni tus colchonetas verdes.
No olvido la escalerilla que daba a la parte de arriba, donde jugábamos al "Matar".
Los recuerdos me golpean la corteza del cerebro. Media vida mía es tuya, y media vida tuya me llevé cuando me fui. Nuestra estrella perdida entre tus cimientos, nuestras voces tapadas con las nuevas.
Nosotros hicimos vida del barro.
¿Te ha interesado alguna vez saber cómo me va? ¿Casualmente te preocupa qué ha sido de mi vida?
Llevo en la respiración tatuado tu nombre, y en el corazón tu sello, tu escudo azul y blanco. Como el que había en el chándal (no en los nuevos, sino en los nuestros).
Toda mi infancia se fue contigo, haz con ella lo que quieras.

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