17/10/10

Forma y Contenido.

Tantas cosas por decir aunque siempre diga tanto. Yo, que nunca me callo. Que alardeo por ahí de atacar siempre de frente. Yo. La misma que te lloraba diciendo "abre el pestillo". La misma que prefería el sol a la lluvia.
No me hundas en el silencio de mi propia invalidez. No te quedes quieto viendo cómo saboreo mi impotencia. Hay que tener piedad de los desamparados, y al fin y al cabo, es lo que me debes.
Dejando atrás todas las luchas imaginables, me cubrí hasta la cabeza con mi sábana de invierno y forcé los lagrimales como los niños desinflan las bolsas de patatas. A pataleta limpia. No me quedó en el cuerpo un grano de esperanza por masticar y escupir, no quedó libro importante en mi estantería, ni nadie tan guapo como para conservar su póster en la puerta de mi armario. Y, joder, ¿cómo decir lo que sea que tengamos que decir sin sonar igual que otros que ya lo hayan dicho antes? Siempre hay algo que decir. Siempre hay alguien guapo suelto por revistas. Siempre hay libros a los que quitarle el polvo.
Ya ves, ahora me cuesta hasta trabajo llorar. Tiene una lógica aplastante y conmovedora. Soy de ojos secos y corazón rancio.
Soy la misma niñata quisquillosa e inestable que te escribía poemas de despecho y rencor en su cuaderno de Textos Literarios 101. La misma voluntaria que ni se paró a mirar el resultado al tirar de la palanca. La misma que decía "si ya estoy de puta madre, ya no tengo nada por lo que llorar; además, me cuesta que me salgan las lágrimas", y luego, bajo el agua hirviendo de la ducha, tenía que soportar una injusta derrota frente a sí misma. Llorar ya es normal, ya ha perdido todo el drama. Ya todo el mundo llora. Ya no aporta nada nuevo decir que has llorado, ni tocas la fibra sensible de nadie.
Me desnudaba frente al espejo y me daba asco, pena.
Me eché un perfume malo y barato, de la tienda de los chinos que hace esquina en la avenida Miraflores, para que tú me mirases.
Apoyé mi cabeza en el cristal del autobús. Ya hace años que asimilé eso, que nadie iba a ser capaz. No grito para que comprendan nada, sino porque esta es mi vida y tengo derecho a gritarla. Siguiente parada: Puerta Osario. Nublado con sol. Me quité la chaqueta y jugué con los botones. Como si la comprensión de cuatro desconocidos fuese a servirme de algo. Nada novedoso. Llorar no da pena. Y nunca he sido de corazón rancio.
No escribo para pedir nada. Nunca lo he hecho. Es sacrilegio.
No escribo para competir por nada. Es sacrilegio.
No escribo para hacer un circo ambulante de mis heridas.
No escribo porque me digan que debo hacerlo.
Es sacrilegio.
A veces es mejor recurrir al lenguaje llano y honesto del día a día para expresar bien lo que queremos decir. Para que llegue con claridad al lector. Al oyente. A la víctima. Al suelo.
Aunque no suene brillante.
Aunque no suene original.
No quiero perderte. No te quiero perder.
Por nada del mundo.

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