13/11/11

"Dedícale una entrada a los adolescentes."

Lo hago porque he visto que llevas pintado con boli en la mano izquierda "hacerme un tatuaje".
Lo hago porque veo cómo te pasas las horas, los días, pegada a la Blackberry como si fuese un puto bote salvavidas. Con esos cascos gigantes y estridentes que hacen retumbar el bus incluso cuando está parado, haciendo que todos oigamos también a Rihanna (como si no estuviese ya por todas partes).
Miráis con desprecio porque os miran con desprecio, pero nadie aún os ha dicho que no pasa nada. Y ¿sabéis qué? Que no pasa nada.
No eres tu pelo negro teñido con reflejos azules, ni tus pantalones altos. No eres el lápiz negro sobre tus ojos, ni la falda que te has puesto para que te miren ellos.
No eres "generación nini" ni ninguna otra estupidez que se inventen. Pero todavía nadie te lo ha dicho. Nadie te dice que no te preocupes, que no pasa nada.
No te hagas el tatuaje.
Recuerdo cuando yo tenía tu edad. Hay cosas que nunca cambian. Todo era tan negro como mis camisetas XL, yo que era tan flaquita y siempre iba vestida con ropa ancha y me veía aún más flaca, más poca cosa, más pequeñita. El pelo sobre la cara, rojo sangre, y una pulsera de pinchos que había comprado en El Duque. No sé si es que pensaba que los pinchos me hacían parecer mejor, o me hacían ganar respeto. Pero desde luego sí que conseguía que me mirasen. Me miraban, me juzgaban, pero nadie me decía "no te preocupes, no pasa nada."
A mí sólo me importaban de verdad Kurt Cobain, Metallica y beber vodka con lima en La Alameda. Grandes tiempos, poca cosa. No confiaba en mis amigos, pero me moría de miedo cuando pensaba en perderlos. Y me quedaba embobada con los que hacían malabares en el centro de la plaza, que entonces era de arena, y no había chorros de agua que saliesen hacia arriba, ni bancos de forma extraña, ni tanta luz por las noches.
Conocí gente que me decía que dormía en ataúdes, que les daba miedo el sol. Eran de mi edad. Otros escupían fuego, otros fumaban césped. Bueno, a mí me parecían personas mucho más respetables que los que todos denominaban como "normales".
Recuerdo la lengua seca, la absenta bajar despacio, el sabor a menta y humo. Los brazos, los cuerpos, el vacío, el sonido en altavoz y la resaca en el pecho. Recuerdo piernas, pero también el sentimiento de que no significaba mucho más que precisamente eso: piernas abiertas y vasos llenos. Y brazos siempre pidiendo amor, cuando aún ni comprendía qué cojones era eso del amor.
Recuerdo el caos, la incertidumbre, la furia y la sensación de que todo lo que hacía era siempre para nada.
Quiero sentarme frente a ti y mirarte sin que te sientas amenazada, y decirte de una vez que no debes preocuparte, que no pasa nada, que no eres un bicho raro, que es mentira que no sirvas para nada, que esperes para hacerte el tatuaje, que no eres tu tinte de pelo, que no eres tu Blackberry, ni tu ropa, ni tu cuerpo, ni el maldito maquillaje que no deja ver tu cara.
No, no tiene derecho a gritarte.
Sí, te quieren, pero no saben demostrarlo.
No, no porque sean tus padres deben actuar de esa forma.
No, no lo hacen con intención, pero nadie les ha dicho que eso no se hace así.
No, no te mereces ser de esta forma, ni que hagan eso, ni escuchar eso.
No, no tienes que demostrar nada.
Sí, es difícil estar sola.
No, en realidad no lo estás.
Sí, algún día te darás cuenta.
Y no, no es tu culpa.
Y sí, se va a arreglar.
Y no, no pasa nada.

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