4/11/11

Hacha que rompe un mar en calma

Quiero esta letra más grande, y los tacones más finos. El plástico más duro y la botella más vacía.
Lo oigo desde fuera y retumba en mis oídos.
Puede que tengan razón, pero ya no me acordaba. No recordaba que el humo es parte de mis pulmones, que la duda es mi camino y que nací en el show business del moverme sin pararme a descansar en ningún sitio.
Recuerdo con emoción pero a la vez con tristeza que nací con esta goma quemada y con este lazo de autenticidad. Soy uno de esos bicharracos que no admiten zoológicos. Uno de esos delfines que se suicidan cuando ven que su océano tiene límites, paredes que demuestran que estaba en una piscina.
Quiero esta letra más grande, que los recuerdos no duelan, que las cenizas vuelvan a arder, pero que lo hagan con viento, como se azuza en la candela, como se revive a un casi ahogado. Boca a boca.
Miro el espejo y la veo, la echo de menos un poco. Echo de menos las manos levantadas con un vaso de tinto echado hasta el filo. Echo de menos los labios sedientos de sueños propios de películas de Disney. Un cuerpo salvaje que sigue pidiendo brazos que lo acaricien y prueben, una voz cruda y sincera que hacía silenciar al resto.
Un grito de guerra firme. Una guerra siempre en pie.
Quiero que suenen mis botas a lo largo del pasillo, que vuelva a hacerme ilusión desconcertar a la gente, que me deje de pesar la incertidumbre.
Descubrir no era lo mio, eso se lo dio ya Dios a otros.
Yo tenía que pelear, que protestar. Yo tenía que sorprender, no que cuidar. Yo tenía que encender, no que apagar.
La veo en el espejo y creo que se perdió un día en mitad del camino. La niña del sombrero y la guitarra. La que quería escribir siempre pero nunca enseñar nada. La que hacía un circo de sus errores, un cumpleaños con sus aciertos y un concierto con sus lloros. Una leo pisoteada que mostraba con orgullo la señal de los zapatos en su cara, las rajas del corazón. La dictadora de Israel, el ángel de pensamientos impuros, la playa donde el Tsunami parecía sólo verse de lejos, como en la tele, como durmiendo, como en un cuadro, como en un cuento.
Tengo un nombre, una etiqueta y un alma. De mi alma no sé qué queda, pero hay fotos que demuestran que la tuve. La etiqueta va colgada de la chaqueta que más uso. El nombre me lo dan ellos.
Amo mi lado adorable, y siempre he detestado y admirado con ahínco al despreciable. Lo amo tanto que lo odio y lo odio tanto que he llegado a idolatrarlo.
No sé aún quién soy sin ti, pero sé qué soy sin mí. Y sin mí ya no soy nada.
Me pidieron la costilla, y ahora debo recoger lo que quieran darme a cambio. La manzana va mordida, tu foto está en mi cartera y la mía en tu pantalla.
Eres mi nido, pero eso no significa que ya no tenga que usar mis alas. Eres el palo de mi bandera, la puerta de la única casa que deseé llamar hogar. Eres el único tallo de una flor carnívora e inestable, que necesita la tierra pero le canta a las nubes.
Siempre tengo algo que decir, y sabes que siempre intento decirlo.
Siempre tengo llanto que llorar, y bien sabes que lo lloro.
Siempre llevo amor encima, y bien sabes que, la mayoría de las veces, es sólo tuyo.
Siempre que me paro en seco, recuerdo que tú me quieres, que tú me esperas, que me deseas, que me haces sitio en tu cuerpo porque tu cuerpo me pide a gritos, me llama a gritos, me canta suave y me escribe.
Porque tú eres más que carne y yo más que confusión.
Y quiero esta letra grande, y la pantalla ya no da a más.
Tiempo al tiempo, me repiten.
Esa pantera inconsciente a la que no habían dañado, a la que temían llevar la contraria cuando hablaba. La niña de botas altas y pelo rojo. La niña de Fotolog que creía que la Erasmus era descubrir el mundo.
Necesito reencontrar a esa persona aunque ya no sea tan niña. Necesito decirle que la añoro y que la necesito igual que antes, que la entiendo y no la juzgo, que he sufrido dentro de ella, junto a ella, frente a ella. Que es parte de mí y soy sólo una extensión de sus golpes. Tan sólo su imparable evolución. Decirle que la quiero, que la quiero con locura aunque no se lo demuestre. Ella sabe que me cuesta demostrarlo algunas veces. Sabe de todas mis dudas, de todos mis defectos, de todos mis deseos. Lleva en sí lo que más ansío en el mundo. Lo que perdí y se fue con todo. Lo que me impidió volver.
Lo siento mucho, mi vida. Siento en el alma lo que te he hecho.

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