13/9/12

El silencio

Camino con ojos extra clavados en la nuca por culpa de esta obsesión con controlar mi camino. Mientras el resto aún mira ropa y se viste con ella, yo ya he venido de vuelta derramándome el cubata. ¿Tenía más que decir? Nací con ganas de decir, como cada ser humano nace con ganas de algo. Yo siempre tengo más que decir.
El corchete se resbala entre los huecos, y los coches vienen desde la autopista. Los peatones continúan avanzando, cada uno ensimismado en su propia dirección y atontado por las notas de su propia melodía. No es un ritmo irregular. No fuimos ni tú ni yo los que escribimos la historia.
No está tan mal el asunto, no es tan horrible, y corre el viento. No hay tanto que no se dice. ¿Verdad? Nosotros lo sabemos. Tras unas cien tonterías, cien frases sin importancia, yo rompo a reír sin motivo, tú te subes a mi ruido y crecemos a la vez que crece en este tiovivo el temor a resbalar.
Tu hombro a diez centímetros del mio, tu mano a diez centímetros, mi cuerpo aquí cerrado y vestido, a unos veinte centímetros del río, mi vista en la silueta de mi ciudad. Tus dedos en los bolsillos, mis labios coloreados, el latido del silencio in crescendo desquiciado y la luna tan tranquila fotografiando el percal.
Lo que no digamos flota sobre lo que sí decimos, y se dibuja en relieve en nuestros rostros lo que callamos.
Y yo digo: ¿Se supone que es creíble que habrá distancia mayor que ésta? Los metros los inventamos para medir aparatos, los aviones son juguetes gigantes articulados, los océanos son sólo agua compacta. ¿Desde cuándo todo eso es capaz de separar lo que no han hecho los daños?
Los países sobre las aguas, bailando. Los rayos del día tatuados en la parada del autobús. La lejanía no se ve, sólo el aire que se clava en el silencio, que es el libro más completo y el más denso. Lo que no quiera mostrar, lo que no ves apropiado ni pertinente explicar.
No existen mapas capaces de escribir lo que yo escribo, ni líneas del horizonte que digan en otro idioma lo que sin hablar yo digo.
Y tu ojo clavado en el mio, y el mio dejándose clavar. Y tu lengua tras tu boca y tras mi boca la mía. Y nadie dice de más. Y lo que no digas flota sobre lo que yo no digo, ¿y hay que pensar que es creíble que habrá distancia mayor que ésta? Los metros los inventamos para medir aparatos, los aviones son juguetes gigantes articulados, los océanos son sólo agua compacta.
No. No habrá distancia mayor que ésta.

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